¿Cuáles son las diferencias entre el trastorno de Asperger, el trastorno autista y la denominada persona “de alto nivel de funcionamiento” con autismo?
Para ser diagnosticado de trastorno de Asperger la persona no ha debido tener retraso en la adquisición del lenguaje y su cociente intelectual debe situarse en los límites de la normalidad. Ambos aspectos son esenciales para el diagnóstico y diferencian el Asperger del resto de los TGD o TEA.
Muchos expertos cuestionan el que se requiera una ausencia de retraso en el lenguaje como elemento clave para el diagnóstico, ya que, en realidad, muchas personas diagnosticadas de trastorno de Asperger habían presentado, de hecho, cierto retraso en la adquisición del habla.
Los sistemas internacionales actuales de clasificación provocan cierta confusión, ya que basta con utilizar “palabras a los dos años” y “frases comunicativas a los tres”, para tipificar un desarrollo “normal” del lenguaje; lo que realmente no refleja la complejidad de un posible retraso en el lenguaje y la comunicación.
El concepto de “alto nivel de funcionamiento” no está aceptado en los manuales clasificatorios. Normalmente se suele utilizar para las personas con autismo que presentan inteligencia límite; o para aquellas sin discapacidad intelectual, pero con retraso del lenguaje. La diversidad en la interpretación del término desaconseja su uso hasta que se establezca, si se establece, una definición que sea válida, fiable y útil.
El autismo se puede asociar con cualquier otra enfermedad o trastorno del desarrollo, psicomotor, sensorial, emocional o del comportamiento. De hecho las personas con estos trastornos tienen mayor vulnerabilidad para otros problemas que la población general.
El origen de esta vulnerabilidad es doble: por una lado existen ciertas enfermedades que afectan al cerebro que se presentan con una mayor frecuencia de lo esperable (epilepsia, esclerosis tuberosa, neurofibromatosis, Síndromes de Angelman, Williams, Fragilidad X, etc.). Por el otro, el tener que adaptarse a un entorno que no comprenden o que no está adaptado a sus necesidades influye a la hora de generar otros problemas: ansiedad, depresión, conductas violentas, obsesiones, trastornos alimenticios o del sueño, etc.
Los primeros estudios que señalaban una frecuencia de un 30% de epilepsia en las personas con autismo (especialmente en casos de convulsiones de inicio en la pubertad), no están actualmente confirmados; estableciéndose que esta cifra es menor si se consideran todos los TGD o TEA.
Para buscar y leer:
Fuente: Grupo de Estudio de Trastornos del Espectro Autista. Instituto de Investigación de Enfermedades Raras- Instituto de Salud Carlos III