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En algunos casos es difícil marcar el límite entre Asperger y alto funcionamiento.

Cuando nos referimos al espectro autista estamos hablando de un conjunto de trastornos en el que coexisten tres grupos básicos de manifestaciones:
– Trastorno de la relación social.
– Trastorno de la comunicación, incluyendo comprensión del lenguaje y capacidad de expresión.
– Falta de flexibilidad mental, que condiciona un espectro restringido de conductas y una limitación en las actividades.

Tanto los criterios del DSM como los de la CIE para el trastorno autístico se sustentan en esta concepción. ¡Pero cuidado! Si bien en las primeras descripciones de autismo la enfatizaban actualmente no se puede aceptar la base psicológica ya que hay sólida evidencia de una base orgánica, proporcionada por los estudios genéticos, neurofisiológicos, neuropatológicos, neurorradiológicos y bioquímicos.

El concepto de autismo no cubre en modo alguno las amplias variaciones patológicas que se pueden observar en pacientes afectados de trastornos más o menos cercanos al patrón autista de «tipo Kanner». Por esta razón el DSM III-R y DSM-IV por un lado; y la CIE-9 y CIE-10 por otro, establecieron una categoría denominada Pervasive Developmental Disorders (PDD), mal traducida como “trastorno generalizado del desarrollo” (TGD), dentro de la cual se incluían trastornos con un nexo común: su conformidad con las tres características citadas.

Sin embargo, el trastorno de Rett, por sus peculiaridades clínicas y evolutivas, se aparta bastante del resto de trastornos incluidos en ese epígrafe y el trastorno desintegrativo infantil, que tiene como característica determinante la existencia de un periodo de desarrollo normal que alcanza por lo menos hasta los dos años, se puede solapar con el trastorno autístico, concretamente con aquellos casos en los que existe una regresión después de un período de normalidad, cuyo inicio es difícil de precisar.

Actualmente ni Rett ni desintegrativo forman parte del conjunto de trastornos del espectro autista en los manuales diagnósticos más usados.

Para el síndrome de Asperger también resultaba difícil marcar los límites que lo separaban del trastorno autístico de «alto funcionamiento». De hecho, en algunos casos es difícil, incluso imposible, marcar el límite entre un trastorno de Asperger y autismo de alto funcionamiento.

En los criterios del DSM-IV la diferencia venía determinada por las habilidades lingüísticas, mejor desarrolladas en el trastorno de Asperger que en el trastorno autístico. Sin embargo, varios autores han definido criterios para el Asperger según los cuales la alteración del lenguaje es una condición obligada (Gillberg, por ejemplo) con lo que, al final, en el DSM-V Asperger ha quedado incluido en la categoría general de “trastornos del espectro autista”, estando en el nivel 1 al igual que el autismo altamente funcional.

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