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Consideración de la salud como elemento que influye en el funcionamiento de los individuos.

En un documento elaborado por la Universidad Nacional de Educación a Distancia, UNED, esta universidad española, para informar a sus estudiantes con discapacidad sobre los recursos de los que disponen, explica que en el país la Ley de Integración Social de los Minusválidos (LISMI), del año 1982, reflejó de inicio el espíritu legislativo a favor de la inclusión educativa de las personas con discapacidad, a pesar que hoy día nos chirríe su nombre.




A lo largo de la siguiente década se puso en marcha un proceso de revisión que culminó en 2001 con la aprobación en la Asamblea Mundial de la Salud de la clasificación revisada (CIDMM 2) que pasó a denominarse, de forma definitiva, Clasificación Internacional del Funcionamiento, de la Discapacidad y de la Salud (conocida como CIF).

La perspectiva que adopta esta clasificación, aún procediendo del ámbito de la salud, trasciende el modelo médico, ya que incorpora componentes de tipo social o individual no ligados a la noción de enfermedad y sus consecuencias: No se trata ya de tres niveles de consecuencias de la enfermedad (deficiencia, discapacidad y minusvalía) sino más bien de considerar a la salud como un elemento que puede tener consecuencias en el funcionamiento de los individuos y, por tanto, en la condición de discapacidad.

Según aporta la ya citada guía para estudiantes con discapacidad el funcionamiento y la discapacidad se organizan en torno a dos grandes apartados: 

1. Las funciones y estructuras corporales:

Funciones fisiológicas y estructuras anatómicas que pueden presentar deficiencias. En esta nueva clasificación, la discapacidad pasa a designar, de forma genérica, las deficiencias en las funciones y estructuras corporales, las limitaciones en la capacidad de llevar a cabo actividades y las restricciones en la participación social del ser humano. La perspectiva que adopta esta clasificación, aún procediendo del ámbito de la salud, trasciende el modelo médico, ya que incorpora componentes de tipo social o individual no ligados a la noción de enfermedad y sus consecuencias.



2. Las actividades y la participación:

Entendidas como la realización o desempeño de tareas y acciones por parte de un individuo o el acto de involucrarse en una situación vital. 

La discapacidad estaría relacionada, por tanto, con una alteración en algún aspecto del funcionamiento de una persona.

Las deficiencias en las funciones y estructuras corporales, las limitaciones en la actividad, entendidas como las dificultades que una persona puede tener en el desempeño de actividades y las restricciones a la participación son los parámetros que delimitarían una condición de discapacidad.

En general, aunque más referido a los de carácter ambiental, se suele hablar del efecto facilitador o, por el contrario, del efecto de barrera que pueden tener sobre el funcionamiento de un individuo.

«A lo largo de la década del 2000 se puso en marcha un largo proceso de revisión de los conceptos de discapacidad, minusvalía, enfermedad, etc. en el que tuvo un destacado papel el Real Patronato de Prevención y Atención a Personas con Minusvalía (hoy Real Patronato sobre Discapacidad).

Este proceso culminó con la aprobación, por la 54 Asamblea Mundial de la Salud, de la nueva clasificación revisada (CIDMM 2) que pasó a denominarse, de forma definitiva, Clasificación Internacional del Funcionamiento, de la Discapacidad y de la Salud (conocida por sus siglas abreviadas CIF). (OMS, 2001).

La clasificación mantiene la pretensión de universalidad y estandarización del lenguaje de la anterior, y se encuadra de igual forma en una perspectiva relacionada con la salud. Sin embargo, en lo que puede considerarse un verdadero cambio de paradigma, realiza una apuesta decidida para trascender el ámbito de la enfermedad y situarse en el del Funcionamiento, término genérico para designar todas las funciones y estructuras corporales, la capacidad de desarrollar actividades y la posibilidad de participación social del ser humano.

La perspectiva que adopta esta clasificación, aún procediendo del ámbito de la salud, trasciende el modelo médico, ya que incorpora componentes de tipo social o individual no ligados a la noción de enfermedad y sus consecuencias: La CIF está basada en la integración de estos dos modelos opuestos (médico y social). 

Con el fin de conseguir la integración de las diferentes dimensiones del funcionamiento, la clasificación utiliza un enfoque «biopsicosocial». Por lo tanto, la CIF intenta conseguir una síntesis y, así, proporcionar una visión coherente de las diferentes dimensiones de la salud desde una perspectiva biológica, individual y social. (OMS, 2001, p. 22.).

No se trata ya, por tanto, de establecer tres niveles de consecuencias de la enfermedad (deficiencia, discapacidad y minusvalía), sino más bien de considerar a la salud como un elemento que puede tener consecuencias en el funcionamiento de los individuos y, por tanto, en la condición de discapacidad.» Guía de la UNED para el alumnado con discapacidad.



Fuente: ATENCIÓN A LOS ESTUDIANTES CON DISCAPACIDAD EN LA UNIVERSIDAD. Orientaciones para el profesorado: http://portal.uned.es/portal/page?_pageid=93,23569310&_dad=portal&_schema=PORTAL

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