
El síndrome de Solomon en el aula y la vida.
«El síndrome de Solomon pone de manifiesto el lado oscuro de nuestra condición humana. Por una parte, revela nuestra falta de autoestima y de confianza en nosotros mismos, creyendo que nuestro valor como personas depende de lo mucho o lo poco que la gente nos valore. Y por otra, constata una verdad incómoda: que seguimos formando parte de una sociedad en la que se tiende a condenar el talento y el éxito ajenos. Aunque nadie hable de ello, en un plano más profundo está mal visto que nos vayan bien las cosas. Y más ahora, en plena crisis económica, con la precaria situación que padecen millones de ciudadanos». El País semanal. Borja Vilaseca, 19 mayo 2013.
Reproducimos un extracto modificado de un interesante artículo sobre el síndrome de Solomon:
En 1951 el psicólogo estadounidense Solomon Asch fue a un instituto para realizar una prueba de visión. Al menos eso es lo que les dijo a los 123 jóvenes voluntarios que participaron –sin saberlo– en un experimento sobre la conducta humana en un entorno social. El experimento era muy simple. En una clase de un colegio se juntó a un grupo de siete alumnos, los cuales estaban compinchados con Asch. Mientras, un octavo estudiante entraba en la sala creyendo que el resto de chavales participaban en la misma prueba de visión que él. Haciéndose pasar por oculista, Asch les mostraba tres líneas verticales de diferentes longitudes, dibujadas junto a una cuarta línea. De izquierda a derecha, la primera y la cuarta medían exactamente lo mismo. Entonces Asch les pedía que dijesen en voz alta cuál de entre las tres líneas verticales era igual a la otra dibujada justo al lado. Y lo organizaba de tal manera que el alumno que hacía de cobaya del experimento siempre respondiera en último lugar, habiendo escuchado la opinión del resto de compañeros.
La respuesta era tan obvia y sencilla que apenas había lugar para el error. Sin embargo, los siete estudiantes compinchados con Asch respondían uno a uno la misma respuesta incorrecta. Para disimular un poco, se ponían de acuerdo para que uno o dos dieran otra contestación, también errónea. Este ejercicio se repitió 18 veces por cada uno de los 123 voluntarios que participaron en el experimento. A todos ellos se les hizo comparar las mismas cuatro líneas verticales, puestas en distinto orden.
Cabe señalar que solo un 25% de los participantes mantuvo su criterio todas las veces que les preguntaron; el resto se dejó influir y arrastrar al menos en una ocasión por la visión de los demás. Tanto es así, que los alumnos cobayas respondieron incorrectamente más de un tercio de las veces para no ir en contra de la mayoría. Una vez finalizado el experimento, los 123 alumnos voluntarios reconocieron que “distinguían perfectamente qué línea era la correcta, pero que no lo habían dicho en voz alta por miedo a equivocarse, al ridículo o a ser el elemento discordante del grupo”.
A día de hoy, este estudio sigue fascinando a las nuevas generaciones de investigadores de la conducta humana. La conclusión es unánime: estamos mucho más condicionados de lo que creemos. Para muchos, la presión de la sociedad sigue siendo un obstáculo insalvable.
El propio Asch se sorprendió al ver lo mucho que se equivocaba al afirmar que los seres humanos somos libres para decidir nuestro propio camino en la vida.
Más allá de este famoso experimento, en la jerga del desarrollo personal se dice que padecemos el síndrome de Solomon cuando tomamos decisiones o adoptamos comportamientos para evitar sobresalir, destacar o brillar en un grupo social determinado y también cuando nos boicoteamos para no salir del camino trillado por el que transita la mayoría. De forma inconsciente, muchos tememos llamar la atención en exceso –e incluso triunfar– por miedo a que nuestras virtudes y nuestros logros ofendan a los demás.
Detrás de este tipo de conductas se esconde un virus tan escurridizo como letal, que no solo nos enferma, sino que paraliza el progreso de la sociedad: la envidia, que nos lleva a poner el foco en nuestras carencias, las cuales se acentúan en la medida en que pensamos en ellas. Así es como se crea el complejo de inferioridad; de pronto sentimos que somos menos porque otros tienen más.
El primer paso para superar el complejo de Solomon consiste en comprender la futilidad de perturbarnos por lo que opine la gente de nosotros. Si lo pensamos detenidamente, tememos destacar por miedo a lo que ciertas personas –movidas por la desazón que les genera su complejo de inferioridad– puedan decir de nosotros para compensar sus carencias y sentirse mejor consigo mismas.
El síndrome de Solomon en el aula:
El docente debe fomentar la resiliencia, que permite al alumno asumir con flexibilidad situaciones que le ponen al límite y ganar autoconfianza, y debe también potenciar la asertividad ya que ser asertivos consiste en decir lo que uno piensa sin la necesidad de gritar ni ofender al otro.
Se trata de que los alumnos tomen conciencia de que sobresalir en esta sociedad es algo positivo porque se fundamenta en la cultura del esfuerzo y de la honestidad.
Es fundamental que aprendan a admirar las cualidades de sus compañeros, valoren su esfuerzo y sean capaces de verbalizarlo de forma asertiva. Hay que desterrar el miedo a destacar en las aulas y promover una cultura del reconocimiento, del esfuerzo constante y diario donde los méritos individuales puedan trascender al grupo clase. Hay alumnos que padecen una baja autoestima y temen destacar porque relacionan el éxito escolar con la marginación del grupo o parte del grupo clase. Se trata de que estos alumnos no se sientan vulnerables frente a la posible presión que ejerce un grupo clase debido a la envidia, la burla, la marginación o la amenaza.
Es imprescindible que los docentes, a partir de la observación, tomen conciencia de las fortalezas y debilidades del grupo y promuevan la conciencia grupal.
Es recomendable realizar dinámicas en el aula para reforzar los lazos de unión entre todos los alumnos y promover el refuerzo positivo incondicional.
Hay que aprender a premiar el esfuerzo, y hacerlo a través de la palabra, verbalizando y tomando conciencia ante un logro de un alumno. También hay que premiar el error porque hay que hacer ver a los alumnos que se puede destacar desde el error y que el error es una forma más de aprendizaje. También es recomendable fomentar el cooperativismo a través de los grupos de trabajo o aprendizaje cooperativo. Mediante esta metodología los alumnos aprenden el valor y la importancia de la ayuda mutua.
«La conformidad es el proceso por medio del cual los miembros de un grupo social cambian sus pensamientos, decisiones y comportamientos para encajar con la opinión de la mayoría”(Solomon Asch).
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Fuentes:
– El estigma del síndrome de Solomon: https://mundoasperger.com/2015/10/el-estigma-del-sindrome-de-solomon.html
– Envidia y síndrome de Solomon, en MuNDo AsPeRGeR: https://mundoasperger.com/2013/05/la-envidia-y-el-sindrome-de-solomon.html
– Mundo Asperger y otros mundos, de Sacha Sánchez-Pardíñez. Valencia, 2016. Versión digital disponible en: http://www.amazon.com/dp/B017IMQFYW y en formato físico se puede pedir a mundoAsperger@hotmail.com Artículo en: https://mundoasperger.com/2016/02/sobre-el-libro-Asperger-y-otros-mundos.html
– Trastornos comórbidos con el síndrome de Asperger: https://mundoasperger.com/2017/07/trastornos-comorbidos-con-el-sindrome.html
– El síndrome de Solomon y el temor a sobresalir: https://www.facebook.com/permalink.php?story_fbid=1006717592727639&id=125471437518930
– El País semanal. BORJA VILASECA, 19 MAY 2013. La envidia y el Síndrome de Solomon:
https://elpais.com/elpais/2013/05/17/eps/1368793042_628150.html