
Definición breve del síndrome de Asperger.
Técnicamente el síndrome de Asperger es un trastorno del espectro autista (TEA).
Se manifiesta con la dificultad para comunicarse convencionalmente (esto no significa que no hablen ni que hablen mal, cuidado), dificultades para asumir habilidades sociales de forma natural (aunque logran aprender) y también dificultades para comprender la conducta social de los demás.
Por ejemplo, en el lenguaje de las personas con Asperger, están presentes una serie de alteraciones como el uso excesivamente formal y rebuscado, a veces incluso «pedante».
En general las personas con este síndrome sienten la necesidad de tenerlo todo estructurado en su cabeza para poderlo comprender.
La mayoría, por no decir todos, tienen intereses intensos que pueden parecer peculiares, y muchos son torpes por problemas motrices, por lo que no juegan en grupo y no se les dan bien los deportes.
Tener síndrome de Asperger, y/o un hijo/a con síndrome de Asperger, incide en las relaciones personales de la unidad familiar, dificulta la socialización de todos sus miembros, la educación del menor resulta estresante y genera ansiedad y encontrar trabajo para el adulto/a es muy difícil.
Para el estudiante es todo muy complejo, sobre todo si el centro escolar no colabora para cubrir sus necesidades educativas especiales, además, mayoritariamente, padecen acoso escolar durante gran parte de su ciclo educativo.
El Asperger no tiene consideración de enfermedad sino de síndrome (conjunto de síntomas) y la diversidad de funcionamiento va a estar ahí por siempre. La media de edad ronda los 5 y 6 años cuando se produce el diagnóstico aunque sus rasgos especiales suelen hacerse patentes a partir de los 3 años de edad.
Algunos de estos niños/as presentan comportamientos “especiales” casi desde su nacimiento (presentan hiperactividad y déficit de atención en alguna época, su comportamiento es excesivamente infantil, aprenden a leer solos, no miran a los ojos al hablar, tienen rabietas que para los demás son incomprensibles y desmesuradas, etc.)
El conjunto de síntomas más importantes del síndrome de Asperger son:
1. Deficiencias sociales.
Los niños carecen de recursos para interpretar las señales sociales y el lenguaje no verbal por lo que su lenguaje pragmático falla. Esto significa que les cuesta interpretar emociones pero no significa que no las sienten. No reconocen signos del intercambio de la toma de turno así que no saben cuándo pueden hablar y cuándo no, ni sobre qué temas es apropiado hacerlo según el contexto. Los gestos, el rostro y las expresiones corporales de los demás no les dicen nada. Solo interpretan el lenguaje verbal (las palabras). Por tanto, aunque su semántica sea rica (normalmente incluso mucho mejor que la de sus iguales) y su sintaxis correcta fallan estrepitosamente en la pragmática. Eso hace que su comportamiento sea “anormal”.
2. Son literales.
Entienden el lenguaje verbal sin poder interpretar su componente prevaricador. No comprenden bromas, sobreentendidos, lenguaje metafórico, chistes, etc. No comprenden conceptos abstractos y son incapaces de intuir lo que otros piensan o cómo se sienten los demás. También mejoran en esta dificultad y acaban comprendiendo en cadi todas las ocasiones.
3. Tienen focos de interés absorbentes.
Se interesan por cuestiones que a otras personas les podrían parecer irrelevantes y llegan a convertir esos temas en verdaderas pasiones e intereses exclusivos. Los más pequeños habitualmente se apasionan por el espacio, los dinosaurios, algunos medios de transporte, el cálculo, etc., focalizando todo su interés en el aprendizaje de tantos datos como caigan en sus manos o en actividades de colección sobre esas áreas. El tema de su interés puede cambiar con el tiempo. Adquieren conocimientos muy concretos hasta llegar a ser verdaderos expertos y, a la vez, se desinteresan de otros temas (esto puede desembocar en fracaso escolar). Consiguiendo que sus intereses particulares formen parte de su aprendizaje pueden llegar a realizar estudios superiores con éxito.
4. Establecen rituales muy estrictos: necesitan rutinas.
Si sus costumbres, sus horarios o sus actividades varían experimentan ansiedad. Pequeños cambios que aparentemente no tienen importancia a ellos les alteran muchísimo. Muchos necesitan saber en todo momento qué día de la semana es, qué actividades tienen previsto hacer en ese día, etc. Eso hace necesaria la anticipación de los cambios: si por cualquier causa se van a alterar sus rutinas conviene explicárselo con antelación para no provocarles ansiedad. A este proceso se le conoce como anticipación.
5. Presentan (no todos) motricididad dañada:
Son torpes y patosos. De ahí que por lo general los juegos en grupo y los deportes se les den mal, tengan mala letra, etc. Eso agrava el problema de socialización porque sus compañeros de juegos les rechazan en sus equipos e, incluso, llegan a prohibirles la participación. Por lo demás… son personas con sus capacidades cognitivas intactas.
No hay ningún rasgo físico que les diferencie de los otros y pasan desapercibidos aunque se les suele clasificar como “raritos” o “excéntricos”. Muchos tienen una memoria excepcional por lo que suelen aprender cantidad de datos (especialmente sobre sus temas de interés). Su memoria es sobre todo visual-espacial así que recuerdan pequeños detalles que los demás no recordamos.
Necesitan adquirir habilidades sociales y requieren apoyo terapéutico/psicológico, etc. por lo que es importante ponerles en manos de profesionales tan pronto como sean diagnosticados.