
Victimización secundaria del menor acosado.
El 20 de Abril de 2016 salía a la luz la noticia del traslado a un nuevo centro escolar de un niño valenciano de 10 años que había intentado suicidarse porque era víctima de acoso escolar. La noticia, que en principio pudiera parecer positiva, esconde una trampa sutil que convierte en doble víctima al niño acosado en lugar de expedientar o castigar a los acosadores.
Deberían ser los niños acosadores los que se cambien de colegio, no solo como medida disciplinaria sino como muestra de apoyo a la víctima. Hacer que el niño acosado cambie de centro escolar supone forzarle a crear círculos nuevos de amistades, cambiar su contexto habitual y, probablemente, aumentar el desplazamiento y el tiempo necesario para acceder al nuevo centro y para regresar a casa al acabar las clases. Además un cambio tan radical a finales del curso escolar puede ser muy duro para un niño que con toda seguridad ya está traumatizado.
Si su hijo está siendo hostigado y se anima a contárselo, (o si se entera de alguna otra manera), es importante que mantenga la calma para poder ayudarle y es fundamental también mantener esa puerta abierta al diálogo y cualquier paso en falso podría cerrarla.
En general los padres y madres se quejan de la falta de opciones de atención hacia los niños acosados ya que lo habitual es que los centros escolares nieguen los casos y los docentes aseguren no haberse dado cuenta de nada. Los acosadores se «disuelven» en el grupo y los juristas no disponen de medios para abordar este problema, sobre todo si los acosadores son niños o preadolescentes, porque son ininputables según la legislación española. Todo esto provoca situaciones incomprensibles e inadmisibles y deja niños y niñas desamparados, sufriendo hechos inenarrables, así que lo mejor para evitar las situaciones de acoso es la prevención.
En España las denuncias se han multiplicado, tal vez porque se detectan más casos o tal vez por el interés mediático que han despertado casos dramáticos que han acabado en suicidio. Volviendo, como ejemplo, al caso concreto de ese niño de 10 años, podemos imaginar lo que esa criatura habrá sufrido para llegar al extremo de intentar suicidarse. Y después de todo ese dolor le cambian de colegio a él. En principio hay que reconocer que será un descanso para el niño y para su familia dejar de sufrir y estar lejos de los acosadores, pero ese no es el camino. Si le agrede uno como si son cien… Deberían coger a los cien y trasladarles a otros colegios, como poco, pero no a la víctima. No es justo. Las cosas no se están haciendo bien. No se puede «castigar» a la víctima.
Tenemos pocas herramientas para prevenir el acoso (escolar o laboral) y menos aún para combatirlo una vez producido. Al final las que resultan eficaces, por desgracia, son las represivas (denuncias vía penal o administrativa). Antes de llegar a esos extremos conviene hablar con los docentes, la dirección del centro escolar, los padres de los acosadores e incluso el inspector de educación.
Solo una vez agotadas las vías más cordiales, para intentar acabar con ese martirio, hay que denunciar.
Ante un caso de acoso escolar es necesario poner en marcha de inmediato un protocolo de actuación que comprende 4 fases claramente diferenciadas, cada una las cuales está sistematizada en base a protocolos específicos estandarizados que pueden observarse. De forma simultánea a esta actuación específica es preciso diseñar aquellas otras medidas que impliquen un proceso de prevención de futuras conductas de acoso escolar, las cuales han de ser efectivas en los distintos niveles de actuación. Pero sobre todo es necesario e imprescindible ayudar, asesorar y apoyar a la víctima.
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