
Ocasional preferencia por la soledad en personas con Asperger.
Los adolescentes se apoyan en los recursos psicológicos y sociales que obtuvieron en su crecimiento previo, elaboran su identidad y se plantean un proyecto de vida propio, rompiendo con los lazos de dependencia de los padres o tutores. Se espera de ellos una inserción autónoma en el medio social en esta etapa vital que impone cambios físicos, cognitivos, emocionales y comportamentales.
Cada uno descubre qué papel ha de desempeñar en el grupo, a nivel social, y adquiere las estrategias necesarias de competencia social que necesita a lo largo de su vida, habilidades sociales básicas para sintonizar con los demás, habilidades de escucha y empatía, técnicas de comunicación y resolución de conflictos…
El adolescente con SA suele necesitar ayuda para desarrollarse óptimamente durante su adolescencia y para evitar el riesgo de padecer alteraciones psicológicas como depresión, ansiedad u obsesiones ya que esta etapa es especialmente difícil para ellos.
Es el momento en el que las personas experimentan un mayor deseo de relación y la necesidad de formar parte de un grupo y, en los Asperger, los cambios emocionales propios de la adolescencia suelen mostrar cierto retraso (mientras que sus compañeros ya hablan de novias ellos continúan queriendo sólo amistad). Durante este periodo se pueden revelar excesivamente sensibles a las críticas y a las burlas de sus compañeros y suelen presentar fuertes valores morales.
En muchas ocasiones la falta de socialización es consecuencia directa de algunos problemas de comunicación presentes en la persona con el trastorno.
A veces se trata de problemas específicos del lenguaje que deben abordarse, junto al resto de problemas, en el tratamiento de esa persona. Los niños con síndrome de Asperger pueden empezar a hablar pronto aunque su lenguaje puede ser demasiado formal o literal y sus preocupaciones (a menudo inusuales) interfieren en la escucha, en el intercambio comunicativo, dificultando el desarrollo de una conversación normal.
La educación a través de la terapia del lenguaje y el habla es la forma más eficaz de asegurar que la persona, con cualquier grado de autismo, alcance su potencial pleno.
El tipo de educación necesaria debe decidirse después de una valoración completa que haya descrito las dificultades, las destrezas y las necesidades concretas de esa persona. Los Asperger necesitan una enseñanza explícita sobre las reglas sociales que los neurotípicos aprenden sin pensar, necesitan consejo sobre cómo manejar los conflictos y tolerar sentimientos intensos, necesitan orientación social.
Entre las manifestaciones más evidentes del déficit social suelen destacar la evitación de la mirada, el fracaso en responder a las peticiones de los demás, la no participación en actividades de grupo, la aparente indiferencia al afecto (insistimos en que es una apariencia) o la falta de empatía social o emocional.
Como resultado se producen deficiencias en las relaciones sociales que, en función de sus características respecto a las relaciones de amistad, Attwood agrupa en 4 niveles diferentes:
– Personas que disfrutan de su soledad o muestran, siendo niños, su preferencia por interactuar con adultos.
– Quienes quieren activamente tener un grupo de amigos pero carecen de las habilidades necesarias para conseguirlo. Grupo con el cual es preciso intervenir de manera activa, realizando un entrenamiento en habilidades sociales que permita subsanar o mejorar sus deficiencias y estimular sus habilidades sociales.
– Personas sociables con sus iguales pero autocráticos, intolerantes y arrogantes en el entorno familiar.
– Personas conscientes de sus diferencias que pueden manifestar anhelo por encontrar una amistad genuina y expresan sentimientos acordes con la soledad que experimentan.
Muchos Asperger desean tener amigos y encajar en su entorno, se sienten frustrados cuando se topan con dificultades porque su problema no está en la falta de interacción sino en la falta de eficacia en esas interacciones, debido a que fracasan al hacer conexiones sociales aunque muestren interés en hacerlas.
El autismo clásico y el síndrome de Asperger, como síndromes que duran toda la vida, no impiden que el desarrollo continúe (aunque a otro ritmo) y muchas personas con un TEA aprenden a adaptarse muy bien a sus dificultades. Así, la gente que está sólo levemente afectada vive una vida normal cuando son adultos, pueden ser independientes y tener una familia y un trabajo.
La gente que está más afectada probablemente tendrá una independencia más limitada pero todo dependerá de sus habilidades personales y del tipo de ayuda y apoyo que reciban para alcanzar su potencial máximo. No nos engañemos, algunos individuos afectados de forma intensa necesitarán supervisión y cuidados toda su vida.