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Los once casos de niños que dieron lugar al autismo.

Lorna Wing fue la primera persona que uso el término síndrome de Asperger en un artículo publicado en 1981. Ella describía a un grupo de niños y adultos que tenían unas características muy parecidas en sus habilidades y conducta a la descrita originalmente por el pediatra vienés Hans Asperger.

Lorna Wing se interesó por algunos niños que, teniendo las clásicas características autísticas cuando eran muy pequeños, desarrollaban un lenguaje fluido y un deseo de socializarse. Por un lado, progresaban mas allá de los diagnósticos del autismo clásico (de acuerdo con los criterios de los trabajos de Kanner); y, por otro lado, tenían todavía grandes problemas con las destrezas sociales más complicadas y la conversación. Estos niños tenían un parecido mucho más exacto a las primeras descripciones de Hans Asperger.

Lorna Wing (Burgoine y Wing, 1983) describió las principales características clínicas del Síndrome de Asperger como:

– Carencia de empatía.
– Interacción ingenua, sencilla, inapropiada y de una sola dirección.

– Sin o con muy poca habilidad para tener amigos.

– Lenguaje pedante y repetitivo.

– Comunicación no verbal muy pobre.

– Intensa absorción por determinados temas.

– Movimientos torpes y poco coordinados, además de posturas extrañas.

En la tesis doctoral de Hans Asperger, publicada en 1944, Asperger describe cuatro chicos con unas habilidades sociales, lingüísticas y cognitivas nada habituales. Usó el término “psicopatología autista” para describir lo que él consideraba una forma de desorden de la personalidad.

Es interesante que usaba el término “autista” al igual que su compatriota Leo Kanner, quien había publicado en los Estados Unidos otra descripción de niños autistas. Ambos autores describieron modelos similares de síntomas y usaron el mismo término.

En el año 1924 el psiquiatra austríaco Leo Kanner emigró a Estados Unidos. Después de trabajar seis años en un hospital de Dakota del Sur, recibió el encargo de crear un servicio de psiquiatría infantil en el hospital John Hopkins de Baltimore. Allí le llevaron, en el año 1938, un niño de cinco años de Forest, Mississipi, de nombre Donald Grey. A medida que fue estudiándolo, Kanner detectó una pauta de comportamiento diferente a todo aquello que conocía.

En los años siguientes fue tratando a diversos niños y niñas que presentaban características similares, lo que le llevó a publicar en el año 1943 un trabajo en el que describía once de estos casos, ocho niños y tres niñas, trabajo que tituló “Autistic Disturbances of Affective Contact” (Alteraciones autísticas del contacto afectivo).

El término autístico lo copió de Bleuler, que lo había creado para describir uno de los síntomas de la esquizofrenia, y hace referencia a lo que constituye una característica primordial de este trastorno: “que estos niños han venido al mundo con una inhabilidad innata para generar el contacto afectivo con las personas que normalmente proporciona la biología, de la misma manera que otros niños vienen al mundo con carencias intelectuales o físicas”. (Leo Kanner). Los once casos de niños que dieron lugar al autismo., MuNDo AsPeRGeR

Por desgracia, la descripción de Hans Asperger fue ignorada en Europa y en los Estados Unidos en los treinta años siguientes. Sin embargo, él continuaba viendo y tratando niños con patologías autísticas, inauguró una sala de tratamiento para estos niños y con la Madre Victorina (una religiosa que trabajó con él) empezó el primer programa educacional que comprendió logopedia, conversación y educación física. Ella murió trágicamente cuando el hospital fue destruido por las bombas aliadas hacia el final de la guerra, pero Hans Asperger continuó siendo un pediatra muy considerado hasta que también murió, en 1980, muy pocos años después de que el síndrome que lleva su nombre lograse el reconocimiento internacional.

Tanto Leo Kanner como Hans Asperger describieron niños con una pobre interacción social, fallos de comunicación y desarrollo de intereses especiales, pero Leo Kanner describió niños con unos rasgos autistas más severos, mientras que Hans Aspeger describió unos niños más capaces.

Como quiera que los trabajos posteriores de Leo Kanner estuvieron dominados por su visión del autismo, sus criterios de diagnóstico implicaron una notable carencia de reacción (sensibilidad) a otras personas y un severo deterioro del lenguaje (el clásico silencio y alejamiento de los niños).

Leo Kanner recibía en su consulta a los niños, exploraba el universo que habitaba en sus mentes, observaba intrigado su conducta y esos rasgos extraños que veía cuando los más pequeños jugaban. Parecían felices cuando estaban solos.

Los once casos estudiados presentaban numerosas diferencias entre ellos. Ocho habían aprendido a hablar más o menos a una edad normal, mientras que otros tres no hablaban (aunque se les había oído pronunciar algunas palabras cuando estaban solos). Los que hablaban no parecían hacerlo formando frases estructuradas para comunicarse con los otros, pero en cambio eran capaces de recordar extraordinarias cantidades de versos, oraciones, listas de animales, secuencias de presidentes y compositores, el alfabeto adelante y atrás, e incluso canciones en otros idiomas.

Cuando al cabo de unos años formaban frases lo hacían sin flexibilidad. Por ejemplo, si la madre o el padre se referían al niño como “tu”, él utilizaba también “tu” para referirse a sí mismo. No solían prestar atención cuando se les hablaba, hasta el punto de que siete de ellos habían sido considerados sordos o duros de oído.

El rechazo a las intrusiones del exterior se manifestaba en algunos de ellos en su negativa a ser alimentados, o reaccionaban con pánico a ruidos intensos o movimientos bruscos. Todos ellos mantenían una pauta repetitiva de movimientos y ruidos, y colocaban siempre sus juguetes en una determinada disposición.

Cualquier cambio en la rutina o en el entorno alteraba profundamente al niño, que no se calmaba hasta que el orden era restablecido. Les gustaban los objetos estables, ordenados y quietos que podían manipular libremente, mientras que ignoraban a las personas. Para ellos las personas eran un objeto más, un objeto que a veces interfería en su orden. De hecho, daba la impresión que cada parte de la persona era un objeto: si le tocaban, lo que le molestaba era la mano, no la persona, a la que nunca miraba a la cara.

La misma soledad se manifestaba cuando estaban entre otros niños. Jugaban solos, sin tomar parte en ningún juego de los otros ni relacionarse con ellos de ninguna manera. Aunque habían sido calificados como “débiles mentales”, algunos de ellos poseían unas buenas potencialidades cognitivas, con un vocabulario sorprendente y una memoria fenomenal. Cuando estaban con otras personas, mostraban ansiedad, igual que cuando se les alejaba de sus objetos.

En los años 90 fue prevaleciendo la idea de que el síndrome de Asperger es una variante del autismo y un trastorno generalizado del desarrollo. Estas condiciones afectan el desarrollo en un extenso rango de habilidades. Ahora es considerado como un subgrupo dentro del espectro autista y tiene sus propios criterios diagnósticos. Hay también evidencias que sugieren que es mucho más común que el autismo de Kanner y que puede ser diagnosticado en niños que previamente nunca fueron considerados autistas.

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Fuentes:

Síndrome de Asperger. Una Guía para Padres y Profesionales. Tony Attwood

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