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El autismo y el pensamiento visual, por Temple Grandin.

Ensayo escrito por Temple Grandin donde nos revela cómo genera ideas y los lleva a la práctica a través de su particular forma de pensamiento. Les dejamos a continuación una muestra de las primeras páginas del texto para que puedan leer un trozo. Más abajo encontrará el enlace para descargar todo el ensayo en formato .pdf que ocupa aproximadamente unas 15 páginas en total.

El autismo y el pensamiento visual, por Temple Grandin., MuNDo AsPeRGeR
«A veces me intriga pensar qué habría sido de mí
si no hubiese sido capaz de visualizar mi
camino en el mundo». Pero Grandin, que ha dedicado
buena parte de su vida a diseñar mataderos dignos
para ganado, lo consiguió. Tardó mucho tiempo
en darse cuenta que no pensaba como los demás;
que, a diferencia de ellos, su pensamiento no se
articulaba con palabras, sino con imágenes. 

La Dra. Temple Grandin, posiblemente la persona con autismo más famosa en la actualidad, es profesora de la Universidad Estatal de Colorado y diseñadora de mataderos. Se doctoró en Ciencia Animal en la Universidad de Illinois. A

ctualmente es profesora de comportamiento animal en psicología en la Universidad de Colorado. Además, es autora de varios libros. Es una gran defensora de los animales y ha reformado mataderos y ranchos a lo ancho y largo de los Estados Unidos en defensa de una vida y una muerte digna de los animales. Tengamos en cuenta que Grandin es una psicóloga peculiar debido a su condición de autista, y que considera que el pensamiento autista es una especie de apeadero entre el pensamiento animal y el humano. Esto la ha llevado a realizar experimentación y a profundizar en la neuropsicología.

Temple Grandin, diagnosticada con autismo de niña, habla en este ensayo de cómo funciona su mente compartiendo su capacidad de pensar en imágenes, que le ayuda a resolver problemas que los cerebros neurotípicos podrían no tener. Ella sostiene que el mundo necesita de la gente del espectro del autismo: los pensadores visuales, los pensadores de patrones, los pensadores verbales, y todo tipo de niños genios. Diferencia muy bien desde el autismo severo hasta el genio y no engaña ni da falsas esperanzas sino que explica lo que ha vivido y lo que sigue viviendo ella misma.

Pienso en imágenes.

Las palabras son como un segundo idioma para mí. Traduzco las palabras, tanto las habladas como las escritas, a películas de cine a todo color, acompañadas de sonidos, que pasan por mi mente como una cinta de vídeo. Cuando alguien me habla, sus palabras se me traducen instantáneamente en imágenes. Quienes piensan básicamente por medio del lenguaje suelen encontrar que este fenómeno es difícil de entender, pero el pensamiento visual significa una enorme ventaja en mi trabajo como diseñadora de equipos para la industria ganadera.
 
Esta forma de pensar me ha permitido construir sistemas completos de manejo animal en mi imaginación. Durante mi carrera, he diseñado todo tipo de equipos, desde corrales para el trabajo ganadero en ranchos hasta sistemas para el manejo de vacunos y porcinos durante los tratamientos veterinarios y la matanza. He trabajado para muchas de las principales empresas ganaderas. De hecho, la tercera parte del ganado vacuno y porcino de los EE.UU. se maneja con equipos diseñados por mí.
El autismo y el pensamiento visual, por Temple Grandin., MuNDo AsPeRGeR
Ilustración de Doble Equipo.

Algunas de las personas para quienes he trabajado ni siquiera saben que sus sistemas fueron diseñados por alguien que es autista. Valoro mi aptitud para pensar visualmente, y no querría perderla por nada en el mundo.

Uno de los misterios más profundos del autismo ha sido la notable capacidad de la mayoría de los autistas para sobresalir en su habilidad visual espacial, al mismo tiempo que su desempeño verbal es muy pobre. Cuando yo era niña y adolescente, creía que todos pensaban en imágenes. No tenía idea de que mis procesos de pensamiento eran diferentes. En verdad, no me di cuenta del real alcance de estas diferencias hasta hace muy poco tiempo, cuando comencé a preguntar a otras personas, ya sea en reuniones o durante el trabajo, detalles sobre la forma en que accedían a sus recuerdos. De sus respuestas saqué la conclusión de que mi capacidad de visualización excedía ampliamente la de la mayoría de la gente.

Atribuyo a mi capacidad de visualización el haberme ayudado a entender a los animales con los que trabajo. Al comienzo de mi carrera, utilizaba una cámara fotográfica para tratar de captar la perspectiva de los animales cuando avanzaban por la manga para su tratamiento veterinario. Me agachaba y tomaba fotografías a lo largo de la manga a la altura de los ojos de una vaca. Mediante esas fotos, pude darme cuenta de las cosas que asustaban al ganado, como las luces y las sombras. En ese entonces, usaba películas de blanco y negro, porque hace veinte años los científicos creían que los bovinos carecían de visión cromática. Hoy en día, la investigación ha demostrado que pueden percibir los colores, pero esas fotos me aportaron la ventaja singular de ver el mundo desde el punto de vista de la vaca. Me ayudaron a descubrir por qué los animales se resistían a entrar a una manga mientras aceptaban de buen grado hacerlo en otra.

Cada uno de los problemas de diseño que he podido resolver ha sido por mi capacidad de visualizar y de entender el mundo a través de imágenes. Comencé a diseñar cosas cuando era niña, y me la pasaba experimentando con nuevos tipos de cometas y aeromodelos. En la escuela primaria, hice un helicóptero con los restos de un avión de madera balsa roto. Cuando enrollé la hélice y lo lancé, el helicóptero voló hacia arriba unos 30 metros. También hacía cometas con formas de pájaros, que remontaba detrás de mi bicicleta. Estas cometas las hacía plegando una hoja gruesa de dibujo y las arrastraba con un piolín. Hacía pruebas con formas diferentes de doblar las alas para mejorar el vuelo de estos modelos. Por ejemplo, aprendí que las cometas volaban más alto si les doblaba hacia arriba las puntas de las alas. Este mismo diseño comenzó a aparecer treinta años después en los aviones comerciales.
 
En mi trabajo actual, antes de empezar a construir cualquier instalación, la examino y pongo a prueba en mi imaginación. Visualizo mis diseños siendo usados en todas las situaciones imaginables, con ganado de distintos tamaños y razas, bajo condiciones climáticas diferentes. Al hacer esto, puedo corregir fallas antes de construir el sistema. Hoy en día, cualquiera se entusiasma con los nuevos equipos de computación que presentan realidades virtuales, en los que el usuario se pone unas anteojeras especiales y se sumerge de lleno en la acción de los juegos de vídeo. Para mí, esos programas son como unos dibujos animados rudimentarios.
Mi imaginación trabaja como los programas de animación computada que crearon esos dinosaurios que parecían reales en Parque Jurásico. Cuando hago una simulación de un equipo en mi imaginación o trabajo sobre un problema de ingeniería, es como si lo viera en una cinta de vídeo en mi mente. Puedo verlo desde cualquier ángulo, ubicándome por encima o por debajo del equipo y haciéndolo rotar al mismo tiempo. No necesito un programa sofisticado de computación gráfica que me genere diseños simulados en tres dimensiones.
Lo puedo hacer más rápido en mi cabeza.
Continuamente creo nuevas imágenes tomando muchos pedacitos de las imágenes que tengo en la videoteca de mi imaginación, y reagrupándolos en algo distinto. Tengo recuerdos visuales de cada cosa con la que haya trabajado en mi vida: portones de acero, cercas, cerraduras, paredes de cemento, y así sucesivamente. Para crear nuevos diseños, extraigo piezas y componentes de mi memoria y las combino en un conjunto nuevo. Mi capacidad para el diseño mejora a medida que agrego más imágenes visuales a mi archivo mental. Voy almacenando imágenes semejantes a un vídeo, ya sea de experiencias concretas o de mis traducciones de informaciones escritas en imágenes. Puedo visualizar el funcionamiento de cosas tales como mangas de compresión, rampas de embarque para camiones, y todos los distintos tipos de equipamientos ganaderos. Cuanto más trabajo concretamente con ganado y hago funcionar equipos, más poderosos se hacen mis recuerdos visuales.

La primera vez que usé mi videoteca mental fue en uno de mis proyectos iniciales de diseño, cuando se me encargó hacer unas instalaciones de trabajo ganadero con un bañadero de inmersión para el corral de engorde que John Wayne tenía en el Río Rojo de Arizona. El bañadero era una piscina larga y estrecha, de 2 metros de profundidad, que el ganado debía atravesar en fila india. El agua tenía un pesticida para librar al ganado de garrapatas, piojos y otros parásitos externos. En ese entonces (1978), los diseños disponibles para bañaderos de inmersión eran muy pobres. Los animales entraban frecuentemente en pánico, pues se los forzaba a deslizarse hacia el bañadero a lo largo de una pendiente empinada y resbaladiza de cemento. El ganado se resistía a zambullirse al agua, y a veces se caían con las patas para arriba y se ahogaban. Los ingenieros que habían diseñado esa pendiente nunca se habían puesto a pensar por qué razón el ganado se asustaba tanto. Lo primero que hice al llegar al corral de engorde fue ponerme en la cabeza de los animales y mirar todo a través de sus ojos. Debido a que sus ojos están a los costados de la cabeza, los vacunos tienen un campo visual muy amplio. Por ello, mi tarea se parecía a recorrer las instalaciones mirando a través de una videocámara con gran angular. Yo había dedicado los seis años anteriores a estudiar la forma en que el ganado bovino percibe su mundo, para lo cual había observado miles de animales moviéndose a lo largo de distintas instalaciones de todo Arizona. Gracias a ese trabajo, para mí fue obvio por qué se asustaban. Esos animales debían sentirse como si se los obligara a saltar por un tobogán de emergencia de un avión, para caer en el mar.
El ganado bovino se asusta ante los contrastes fuertes de luces y sombras, y cuando la gente o las cosas se mueven súbitamente a su rededor. He visto animales siendo manejados en instalaciones idénticas, pero que en un caso las atravesaban sin problemas y en el otro se frenaban constantemente.
La única diferencia entre ellas era su orientación respecto del sol. El ganado se resistía a avanzar cuando el sol formaba sombras recortadas a través de la manga. Hasta que hice esta observación, ningún miembro de la industria del engorde a corral había sido capaz de explicar por qué una de estas instalaciones veterinarias funcionaba mejor que la otra. Era cuestión de observar los pequeños detalles que hacían una gran diferencia. Para mí, el problema del bañadero de inmersión era aún más obvio. El paso siguiente para diseñar un sistema mejor fue recolectar toda la información publicada sobre bañaderos de inmersión. Antes de hacer cualquier cosa, siempre reviso lo que se considera más avanzado, para no perder el tiempo reinventando la rueda. En esa oportunidad, busqué en las publicaciones ganaderas, que habitualmente tenían muy poca información, y en mi videoteca de recuerdos, que solamente contaba con malos diseños.
De mi experiencia con otros tipos de instalaciones, como las rampas para desembarcar ganado de camiones, yo sabía que los animales descienden sin problemas si la rampa tiene ranuras que ayudan a que el animal pise con seguridad y no se resbale. Los resbalones les generan pánico y los inducen a retroceder. El desafío era para mí diseñar una entrada al bañadero que los incitara a avanzar de buen grado y a zambullirse en el agua, que era lo suficientemente profunda como para que los animales se sumergieran totalmente, de modo que los parásitos, incluyendo los que se les instalan en las orejas, fueran eliminados.
Comencé a hacer simulaciones visuales tridimensionales en mi imaginación.

 

Experimenté con distintos diseños de la entrada, haciendo que el ganado pasara por ellos en mi imaginación. Tres imágenes se fusionaron para conformar el diseño definitivo: el recuerdo de un bañadero de inmersión de Yuma, Arizona; un bañadero portátil que había visto en una revista; y una rampa de entrada que había visto en un dispositivo de inmovilización de la planta de faena de Swift en Tolleson, Arizona. La nueva entrada al bañadero de inmersión era una versión modificada de esta rampa. Mi diseño contenía tres elementos que nunca habían sido usados antes: una entrada que no asustaría a los animales, un sistema mejorado de filtrado químico, y el uso de principios de comportamiento animal para impedir que el ganado se pusiera demasiado nervioso al salir del bañadero.

 
Lo primero que hice fue cambiar el piso de la rampa, que era de acero, a uno de cemento. El diseño definitivo tenía una rampa con piso de hormigón armado, con un ángulo de descenso de 25 grados. Se hicieron surcos profundos en el cemento para darles un piso firme a los animales. La rampa daba la apariencia de entrar gradualmente al agua, pero en realidad tenía una caída abrupta bajo la superficie. Los animales no podían ver esta caída porque el agua del bañadero no era transparente. Una vez que perdían pie dentro del agua, caían suavemente, porque su centro de gravedad había pasado el punto de no-retorno.
(…)

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Para seguir leyendo descargue el documento. Es gratuito. Fuente: El autismo y el pensamiento visual. Temple Grandin. Departamento de Ciencia Animal.Colorado State University. Fort Collins, Colorado 80523-1171
Temple Grandin, Thinking in Pictures, Nueva York, Vintage Press, 1995. Archivo en .pdf en: 
 
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