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Antecedentes e historia del autismo y Asperger.

En muy escasas ocasiones se habla de ella, Grunya Efimovna Sukhareva, y poca gente la conoce ni a ella ni sus aportaciones al descubrimiento del trastorno del espectro del autismo. Sukhareva inicialmente utilizó el término “psicopatía esquizoide” (significado en su momento: ‘excéntrico’), pero más tarde lo reemplazó por “psicopatía autista” para describir el cuadro clínico de autismo.

El artículo de Sukhareva se publicó casi dos décadas antes de los informes de Leo Kanner y de Hans Asperger que son del año 1943. Ella publicó la primera descripción detallada de síntomas de autismo en ruso en 1925 (y en alemán un año más tarde). Se trataba de una detallada descripción de los rasgos autistas de un grupo de seis niños y aunque de inicio lo hizo en una revista rusa al año siguiente publicó el mismo artículo en la revista alemana Monatsschrift für Psychiatrie und Neurologie, una de las escasas publicaciones periódicas de la época especializadas en salud mental y trastornos neurológicos.

El detalle más interesante es que se anticipó más de quince años a los trabajos de Hans Asperger y Leo Kanner, considerados de forma prácticamente universal los descubridores del autismo. Sula Wolff, que hizo en 1996 una introducción a la traducción al inglés del artículo original de Sukhareva, sugirió que Hans Asperger probablemente conocía el artículo de la médico kievita, pero como no lo citó no hay evidencia de que así fuera.

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Eugen Bleuler

El término “autismo” fue originalmente acuñado por el psiquiatra Eugen Bleuler, en 1911, para describir lo que él percibía como uno de los síntomas más importantes de la esquizofrenia: el aislamiento social. Autismo quiere decir literalmente “retirada a uno mismo” lo que parece describir el desapego activo que, según él, afectaba a algunos de sus pacientes.

La confusión entre esquizofrenia y autismo se resolvió años después, en los años cuarenta, cuando Leo Kanner en América y Hans Asperger en Austria comenzaron a identificar la existencia de un trastorno al que atribuyeron un conjunto muy concreto de síntomas.

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Leo Kanner

Kanner, por ejemplo, partía de la premisa de que esos niños (entonces se creía que solo afectaba a varones) estaban experimentando esquizofrenia infantil, aunque era consciente de que no exhibían todos los síntomas de la esquizofrenia. El artículo de Kanner fue publicado en Inglaterra donde el término “autismo infantil” llegó a ser ampliamente utilizado en los años 50 y 60.

En 1943 Leo Kanner extrajo las tres características fundamentales, principales o primarias, de lo que dio en llamar “autismo infantil precoz”, que recibió luego el nombre de “autismo clásico” o “autismo de Kanner”, y las clasificó como:
1) la dificultad para la interacción social recíproca;
2) las alteraciones del lenguaje y de la comunicación tanto en el plano expresivo como en el receptivo;
3) la insistencia obsesiva en la invarianza, es decir, la necesidad de que nada cambie y todo permanezca igual.

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Identificó, además, otras características secundarias o asociadas, que pueden estar o no presentes, es decir, que no siempre aparecen, y que incluirían los problemas de alimentación y sueño, los problemas de conducta, la ausencia de rasgos físicos que denoten discapacidad, una memoria excelente, una expresión facial inteligente, la hipersensibilidad a ciertos estímulos o la procedencia de padres con un alto nivel de inteligencia.
La descripción que realizó en 1943, basada en cuatro casos clínicos de niños que tenían dificultades para integrarse socialmente, detalló la «psicopatía autista» como fundamentalmente marcada por el aislamiento social.

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Hans Asperger

Hans Asperger, por su parte, identificó un trastorno de personalidad que afectaba a algunos de los niños referidos por la clínica psiquiátrica infantil pero que estaban descritos imperfectamente por el término autismo.
Sin conocimiento de los estudios de Kanner Asperger daba a conocer la descripción de un grupo de niños que presentaban como característica común una marcada discapacidad para la interacción social, a pesar de su aparente adecuación cognitiva y verbal, y reunían una serie de características clínicas que daban lugar a lo que él denominó originalmente “psicopatía autística” y que eran extraordinariamente coincidentes con las características que Kanner había descrito.

En su estudio identificó un patrón de comportamiento y habilidades, percibido predominantemente en niños varones, que incluía cierta ausencia de empatía; reducida habilidad para las relaciones sociales y dificultad para hacer amigos; conversaciones solitarias; un profundo arraigo a un interés especial; movimientos torpes o problemas con la coordinación motora e imaginación deteriorada.

Años más tarde Asperger leyó acerca del trabajo de Leo Kanner y argumentó, si bien con poca convicción, que habían identificado síndromes diferentes pero con unas grandes coincidencias.

La presencia de tres tipos de disfunciones, cuyo grado puede ir de relativamente moderado a severo, sería la que define clínicamente todos los trastornos del espectro autista junto a las dificultades para comprender la conducta social de los demás:
1) problemas con las conexiones y habilidades sociales,
2) dificultades para el uso del lenguaje con fines comunicativos y
3) ciertas características de comportamiento y de estilo relacionadas con rasgos repetitivos o perseverantes o con una limitada pero intensa gama de intereses.
No se puede poner en duda que su perspicaz identificación del autismo fue extraordinariamente adelantada para su tiempo.
Tanto los criterios del DSM como los de la CIE ( Clasificación Internacional de Enfermedades de la Organización Mundial de la Salud) para el trastorno autístico se sustentan en la misma  concepción del autismo. ¡Pero cuidado! Si bien en las primeras descripciones ya enfatizaban los tres aspectos antes citados, actualmente no se puede aceptar la base psicológica ante la sólida evidencia de su base orgánica, proporcionada por los estudios genéticos, neurofisiológicos, neuropatológicos, neurorradiológicos y bioquímicos.

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Judith Gould

Judith Gould y Lorna Wing, en los años 70, llegaron a la conclusión de que existe un continuo autista, diferentes grados de afectación con diferentes patologías asociadas, y en 1981 Lorna Wing usó el término “síndrome de Asperger” por primera vez para describir a un subgrupo de pacientes dentro del  citado continuo autista. Gracias a ella el término llegó a ser usado ampliamente en el mundo de habla inglesa en donde los estudios de Hans Asperger habían sido ampliamente ignorados.
Ese mismo año publicó una revisión del trabajo de Asperger describiendo el síndrome, con el objetivo de extender los límites diagnósticos del autismo, incluyendo un grupo de personas que manifiestan un trastorno social primario, de naturaleza autista, pero que no cumplen la totalidad de criterios diagnósticos del autismo.

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Lorna Wing

Este trabajo permitió a Lorna Wing señalar por primera vez las principales características clínicas del síndrome de Asperger:

1. Interacción social inapropiada con rasgos ingenuos y unipolares. No hay empatía ni reciprocidad. La capacidad para hacer amigos se encuentra muy limitada y en algunos casos es incapaz de establecer lazos afectivos.
2. Habla: no se observa retraso en su inicio; sin embargo el contenido es extraño, pedante y estereotipado. La comunicación verbal es poca o nula. Se pueden observar voz monótona, gestos inapropiados o poca expresión facial.
3. Presentan resistencia al cambio y gusto por actividades repetitivas. Ante algunos temas u objetos se les encuentra absortos.
4. Sus movimientos o posturas son extraños y mal coordinados. En algunas ocasiones, son estereotipados.
5. Presentan buena memoria de repetición e intereses especiales y muy limitados. Este punto, a nenudo, se ha traducido erróneamente como «falta de imaginación».

La hipótesis de un continuo autista fue propuesta por Wing para recoger y explicar los distintos grados de afectación en la interacción social, la comunicación y «la imaginación» de modo que, en un extremo del continuo, se situaría el desarrollo normal y, en el otro extremo, el autismo de Kanner.
Con esta aportación se empezó a considerar el autismo como un continuo en el que se altera cualitativamente un conjunto de dimensiones: los trastornos de la relación social; el trastorno de la comunicación y la falta de flexibilidad mental.

De acuerdo a su hipótesis las personas con síndrome de Asperger no presentarían problemas en uno de los tres elementos de la tríada: las dificultades de comunicación y lenguaje. Además tendrían el desarrollo cognoscitivo conservado. Habría afectación, no obstante, en la interacción social y por la aparición de un interés restringido de actividades e interés.

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Este texto es un extracto del libro Mundo Asperger y otros mundos, de Sacha Sánchez-Pardíñez, publicado por MuNDo AsPeRGeR en 2016. Puede leer las primeras páginas del libro PINCHANDO AQUÍ.  Lo puede adquirir en cualquier parte de España enviando un correo electrónico a mundoasperger@hotmail.com Le responderemos explicando cómo lo enviamos,
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