
¿Qué es el síndrome de Asperger o el TEA1?
Entender qué es el síndrome de Asperger es sencillo: imaginemos que el espectro autista es una cuerda con varios nudos. Todos los trastornos que hay en la cuerda (todos los nudos) comparten síntomas y características entre ellos por el hecho de formar parte de la cuerda en sí (por ejemplo problemas de socialización).
En uno de los extremos de la cuerda teníamos antes, cuando se hablaba de trastornos generales del desarrollo o TGD, dos trastornos muy graves (dos nudos concretos) conocidos como «Trastorno Desintegrativo Infantil» y como «síndrome de Rett). Ahora la cuerda sería el TEA (trastornos del espectro autista) en vez del TGD, y el extremo de mayor gravedad lo ocuparía el nudo correspondiente al autismo (autismo de Kanner) que es el más conocido de entre los trastornos del espectro autista. Conforme nos vamos acercando desde u extremo de la cuerda al otro encontramos trastornos menos invalidantes (por ejemplo el autismo de alto funcionamiento -AAF- o el síndrome de Asperger). Una cuerda (los trastornos del espectro autista) varios nudos (Asperger, autismo altamente funcional, autismo de funcionamiento medio o nivel 2, autismo de nivel 3 o severo, de kanner, etc.)
Los especialistas en desarrollo no han alcanzado todavía un consenso sobre la existencia de diferencias entre el síndrome de Asperger y lo que se denomina autismo de alto nivel o de alto funcionamiento (AAF). Algunos investigadores han sugerido la hipótesis de que el déficit neurológico es distinto en estos dos tipos de trastorno, pero otros están convencidos de que no existen diferencias significativas entre ambos. Las personas que tratamos día a día con alguien con Asperger, sin embargo, estamos completamente convencidos que el SA y el AAF son dos trastornos diferentes. Para empezar porque el cociente intelectual de la persona con síndrome de Asperger no se ve afectado pero el de la persona con AAF sí.
La persona con Asperger posee unas capacidades comunicativas bastante comunes pero la persona con AAF suele presentar dificultades en esa área y, por otro lado, la persona con síndrome de Asperger suele tener mala motricidad, área que no se ve afectada (al menos no tanto) en la persona con AAF. Se cree que mientras las personas con autismo de alto funcionamiento poseen una coordinación y equilibrio normales los que tienen Asperger suelen presentar problemas motrices que se evidencian en su mala grafía (suelen tener mala letra), su torpeza de movimientos o una tendencia a golpearse y a caer mayor que la de la población general. Esta es la razón por la que los niños/as con este trastorno fracasan en la asignatura de educación física tan a menudo o ven sus calificaciones notablemente reducidas por su mala letra o la falta de estructura (alineación, márgenes, etc.) en sus textos.
La torpeza de movimientos parece ser característica sólo en el síndrome de Asperger, aunque no hay consenso sobre este rasgo y además la variabilidad de las alteraciones entre los afectados es muy alta (hay muchas personas con Asperger que de hecho no presentan mala motricidad). En general podemos afirmar que el Asperger suele tener una torpeza motriz que no tiene el AAF y un vocabulario muchísimo más rebuscado y pedante pero con un lenguaje en general más común y normalizado que el dela persona con autismo de alto funcionamiento.
Mercedes Belinchón, doctora en psicología y profesora en la Universidad Autónoma de Madrid, afirma que el síndrome de Asperger es un trastorno del desarrollo que se manifiesta en tres ámbitos del funcionamiento: (1) las interacciones sociales, (2) la comunicación y el lenguaje y (3) las habilidades o capacidades de ficción e imaginación. Belinchón establece que la diferencia principal de esta alteración con respecto al autismo «clásico» es que no se produce retraso cognitivo, es más, los niveles de funcionamiento intelectual son normales o altos.
El síndrome de Asperger no cambia la personalidad. Una persona con este diagnóstico puede ser introvertida y otra ser extrovertida, uno puede ser muy hablador y otro muy calladito, uno puede ser muy simpático y otro ser antipático y sin embargo ambos tener el diagnóstico de Asperger. Todavía no se conocen las causas exactas que originan este trastorno (al que muchas personas consideran una condición en lugar de un síndrome), no obstante, sí se sabe algo de los factores implicados en el autismo, que en todo caso serían similares en el síndrome de Asperger y que abarcan las alteraciones genéticas, los factores intrauterinos y los del parto como la anoxia –falta de oxígeno— que dan lugar a un desarrollo neurológico atípico. Las estructuras cerebrales dañadas que se conocen son la corteza, la amígdala y el hipocampo, áreas muy importantes para el aprendizaje y las emociones todas ellas.
A pesar de haberse definido por activa y por pasiva los síntomas y rasgos comunes a las personas con este trastorno el diagnóstico del síndrome de Asperger es difícil y en muchas ocasiones se realiza en la adolescencia, o más tarde incluso, aunque muchos padres empiezan a detectar que su hijo o hija es diferente cuando tiene entre dos y siete años (a veces antes). Las principales alarmas las provocan un desarrollo social anormal (tienen muy pocos amigos o ninguno), un uso del lenguaje extraño (inventan palabras, usan vocabulario muy técnico y rebuscado para su edad, repiten frases o aprenden a leer por sí mismos) y la presencia de rutinas y rituales (comer siempre en un mismo plato o interesarse por un tema de forma desorbitada, etc).
De forma general las familias describen que los niños/as se caracterizan porque su comportamiento es excesivamente infantil, no miran a los ojos al hablar (aunque esto no sucede en todos los casos de Asperger y hay personas que sí miran directamente al dialogar), tienen rabietas que para los demás son incomprensibles, sienten frustración desmesurada, no tienen sentido del peligro (a veces son auténticos kamikazes), no parecen darse cuenta del estado de ánimo de quienes les rodean, se absorben en actividades concretas sin prestar ninguna atención al resto de cosas que les rodean, no parecen atender a su nombre cuando se les llama, son torpes y patosos, son completamente literales y no entienden bromas, sarcasmos, chistes o frases hechas. Estos rasgos están mucho más acentuados a edades tempranas que en la adolescencia o en la edad adulta. De hecho en muchos adultos se han atenuado tanto que no se detectan.
En base a estos parámetros Gillberg y Ehlers en 1998 identificaron 4 áreas principales donde existía la controversia sobre la diferencia del diagnóstico: