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La teoría afectiva revisada por Peter Hobson.

Las personas con trastornos del espectro autista (TEA) parecen sufrir un déficit específico en la habilidad para representarse los estados mentales de sí mismos, y de los demás, y entender y predecir conductas en función de dichos estados.

Si no son capaces de atribuir estados mentales a los demás, y sus estados mentales se circunscriben a lo observable en el contexto físico concreto, las dificultades sociales, las dificultades en el desarrollo simbólico y los problemas comunicativos de origen pragmático (uso del lenguaje en el contexto social) serían la consecuencia de un desarrollo meta-representacional inadecuado.

Christopher Gillbert, investigador sueco cuyos criterios son unos de los que más se usan para orientar el diagnóstico del síndrome de Asperger (SA) ha llamado al síndrome de Asperger “la enfermedad de la empatía” porque estas personas, dice, no saben leer la mente de los demás para averiguar qué piensan o cómo se sienten.

Peter Hobson, por otro lado, ha replanteado la “teoría afectiva”, inicialmente propuesta por Kanner, según la cual las personas con trastornos del espectro autista carecerían de la capacidad innata (emocional) para interactuar con los demás desde el mismo momento del nacimiento.

De acuerdo con los experimentos sobre reconocimiento de emociones Hobson sugirió que la ausencia de una teoría de la mente en el autismo es el resultado de un déficit emocional primario en la relación interpersonal. Ese déficit emocional primario podría provocar que el niño no recibiera las experiencias sociales necesarias para desarrollar las estructuras cognitivas de la comprensión social.

La empatía es un mecanismo psicológico a través del cual el bebé se vincula con los padres y percibe actitudes en las personas a las que más tarde atribuirá estados mentales.

El reconocimiento de las actitudes de los otros y el desarrollo de la imitación posibilitan el acceso a la mente del otro. Desde esta concepción, en los trastornos de tipo autista parece existir dificultades con el procesamiento de estímulos afectivos, así que, de acuerdo con Hobson, las personas con autismo carecerían de los componentes de acción y reacción necesarios para el desarrollo de relaciones personales recíprocas.
La carencia de participación de estas personas en la experiencia social conllevaría un fallo en el reconocimiento de sentimientos, pensamientos, deseos, intenciones, etc. en otras personas y una grave alteración en la capacidad de abstraer y en la de sentir y pensar simbólicamente.

Así, los niños con TEA tendrían dificultades en apreciar, entender y asimilar las claves que regulan las relaciones interpersonales. Sin embargo, en el autismo de alto funcionamiento y el síndrome de Asperger no se observan muchas de estas limitaciones debido al buen nivel de competencias cognoscitivas y el dominio del lenguaje formal.

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Otros déficits diferentes se han intentado explicar con la teoría del “déficit de coherencia central” por Fith y Happè o la teoría  del “déficit de funciones ejecutivas” de Ozonoff.

Por un lado Fith y Fappè, pertenecientes a una corriente que defiende que la etiología del autismo es de naturaleza cognitiva, proponen que las personas del espectro autista muestran un procesamiento centrado en los detalles, sin integrar información proveniente de varias modalidades sensoriales, de forma que captan y retienen los detalles a costa de una configuración global y un significado contextualizado.

Uta Frith mantenía la firme creencia de que tanto las capacidades como las deficiencias del autismo emergen de una única causa en el nivel cognitivo y se caracteriza por un desequilibrio específico en la integración de información.

Una característica del procesamiento normal de la información parece ser la tendencia a conectar la información diversa para construir un significado de más alto nivel dentro del contexto, la llamada “coherencia central”.

Fith sugirió que una falta de coherencia central podría aclarar algunas de las capacidades y déficits que la Teoría de la Mente no podía explicar. En el desarrollo de la Teoría de la coherencia central las investigaciones y las evidencias empíricas demostraron que las personas con autismo presentaban un doble rasgo: las capacidades que el hecho de percibir de manera notable las partes sobre el todo les confería y los déficits en la interpretación de estímulos individuales en función del contexto y del significado global. 

Por otro lado Ozonoff plantea que las funciones ejecutivas de planificación y control son deficitarias tanto en el autismo de alto funcionamiento como en el síndrome de Asperger.

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Está documentado que las personas con síndrome de Asperger tienen serios problemas con esta función, incluyendo aspectos de la memoria de trabajo, atención y control de sus impulsos.

La capacidad de planificar a futuro, la motivación, secuenciación y el concepto de horarios están, a menudo, poco desarrollados en las personas con TEA y, en las personas con SA un pobre concepto del tiempo puede ser un problema discapacitante. Ozonoff define las funciones ejecutivas como el constructo cognitivo usado para describir conductas dirigidas hacia una meta, orientadas hacia el futuro, que se consideran mediadas por los lóbulos frontales. Incluyen la planificación, inhibición de respuestas prepotentes, flexibilidad, búsqueda organizada y memoria de trabajo.

Todas las conductas de función ejecutiva comparten la necesidad de desligarse del entorno inmediato o contexto externo para guiar la acción a través de modelos mentales o representaciones internas.

La capacidad de planificar a fin de alcanzar una meta, mantener una estrategia con ese fin y las acciones necesarias para alcanzarlo, y posponer la necesidad de satisfacción inmediata, son todos componentes importantes de la función ejecutiva-constructiva (Gilberg, 2002).

Por todo ello la función ejecutiva sería aquella que está orientada hacia futuras actividades útiles, concibiendo planes o entendiendo la relación de causa – efecto y, en los casos con esta disfunción, sería importante proporcionar la estructura externa a fin de compensar la falta de habilidades de estructuración interna, por ejemplo en el ámbito educativo.

Las hipótesis no son excluyentes: suele considerarse que, aunque los déficits en las interacciones sociales y los comportamientos excéntricos son características que persisten durante toda la vida, la adaptación a nivel socio-laboral y la interacción familiar, así como el nivel de autonomía, parecen más favorables en el Asperger que en otras formas de TEA como el autismo.

Sin embargo, características como el perfeccionismo rígido que lleva a retrasar la realización de las tareas, la desmotivación, la dificultad para comprender términos abstractos, la inatención, los problemas de organización, gestión y uso del tiempo, la escasa comprensión de las normas laborales implícitas, la escasez de habilidades empáticas, las conductas extravagantes, la rigidez mental y comportamental, etc., limitan el éxito académico de las personas con cualquier modalidad de TEA así como su desempeño profesional.

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Por tanto: las funciones ejecutivas son el constructo usado para describir actividades que comprometen un proceso cognitivo de alto nivel e implican la capacidad para operar en el ambiente con las conductas dirigidas a metas y objetivos, incluyendo una planificación y realización de conductas complejas ante cada situación.

El sujeto actúa manteniendo el foco de atención en el objetivo, inhibiendo otras respuestas o la reacción ante estímulos que no sean relevantes para la tarea.

En las personas con Asperger la dificultad parece encontrarse en la habilidad para generalizar los pasos o estrategias concretas a otras situaciones nuevas, por lo que la generalización de las habilidades ha de ser objeto de procesos explícitos, sistemáticos y programados de enseñanza.

Así pues, en un entorno controlado disminuyen las dificultades de planificación de tareas y las de visualización de imágenes globales y mejora la flexibilidad mental, que parecen ser alteraciones primarias y nucleares de todos los TEA con independencia de su nivel cognitivo.

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Fuentes:
– Baron-Cohen, S. Autismo y síndrome de Asperger. 2010, Alianza editorial. Sobre cómo atender las necesidades que supone en niños con autismo el fallo en la Teoría de la Mente puede consultarse: Cornago, Navarro y Collado. Manual de la teoría de la mente para niños con autismo. 2012, Editorial Promolibro.
Síndrome de Asperger, síndrome invisible, de Sacha Sánchez-Pardíñez. El libro digital está disponible en:  https://psyli.com/coleccion-materiales-para-tea/1665-sindrome-de-Asperger-sindrome-invisible.html
– Sobre la relación de la teoría de la mente con la pragmática puede consultarse “El conocimiento pragmático: el lenguaje en la mente” de M. Victoria Escandell Vidal, en Introducción a la pragmática, 1996, ed. Ariel lingüística.
– Mundo Asperger y otros mundos, de Sacha Sánchez-Pardíñez, publicado por MuNDo
AsPeRGeR en 2016. Puede leer las primeras páginas del libro PINCHANDO AQUÍ.
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