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Concepto de trastornos autísticos.

El autismo es un trastorno del desarrollo neurológico, de inicio precoz, que comporta alteraciones en:

1. La interacción social;
2. La comunicación y lenguaje, y
3. La flexibilidad de conductas, intereses y actividades.

El concepto de autismo ha ido evolucionando a lo largo de las últimas décadas, pero quizás el hito más relevante haya sido su inclusión entre los trastornos del espectro.

Un poco de historia.

En 1980, el DSM-III introdujo la categoría de ‘pervasive developmental disorder’, traducido a nuestro idioma como ‘trastorno profundo del desarrollo’ y más tarde como ‘trastorno generalizado del desarrollo’ (TGD).

Cabe decir que dichos términos pueden resultar algo confusos. Si bien en los trastornos autistas se afectan diversas áreas, no existe un retraso generalizado en todos los aspectos del desarrollo. Tampoco el trastorno ha de ser necesariamente profundo, en el sentido de gravedad.

Bajo el concepto de TGD se pretendía crear una categoría que se distanciase tanto de la ‘esquizofrenia infantil’ o ‘psicosis infantil’ como de los trastornos específicos del desarrollo (TED)

Autismo NO ES psicosis. 

El término psicosis, evidentemente, quedó relegado a un concepto que incluía síntomas y conductas que se expresan como delirios, alucinaciones, lenguaje incoherente o conducta catatónica. Estos síntomas están restringidos dentro de la categoría de esquizofrenia y otros trastornos psicóticos.

En los trastornos del espectro autista o TEA existen alteraciones cualitativas que no son normales en ningún estadio del desarrollo.
Estamos, por tanto, ante un trastorno del desarrollo neurológico y, como tal, admite una gran variabilidad cuantitativa y cualitativa.

Espectro autista.

La tendencia actual es considerar el autismo como un espectro amplio de trastornos que comparten aspectos comunes.

Es importante resaltar la idea de que estos trastornos no son en modo alguno infrecuentes, sino que, por el contrario, representan una patología neuropsíquica prevalente en la infancia.

Todos los estudios epidemiológicos se enfrentan al carácter poco preciso o ambiguo de los criterios que definen el diagnóstico. A diferencia de otros trastornos, con un claro marcador biológico, en los trastornos autistas es difícil, cuando no imposible, regirse por una ley del todo o nada.

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