
Barbaridades de las terapias alternativas.
Las terapias «alternativas» pueden ser muy peligrosas para vuestros hijos e hijas con Asperger/TEA. Acudid siempre a profesionales bien preparados, experimentados y que pertenezcan a algún colegio oficial tanto para el diagnóstico como para la intervención ya que hay «ofertas» de tratamiento (incluso de cura) tan pelugrosas que podrian incluso causar la muerte del paciente.
Convuene llevar a cabo una intervención multidisciplinar que ayude a la persona con un trastorno del espectro autista a mejorar en sus dificultades específicas. El resto de terapias suelen ser procesos inútiles, fruto de personas interesadas en aprovecharse económicamente de familias desesperadas.
El siguiente artículo trata ese tema. Es de Investigación y ciencia, publicado en diciembre de 2010 y recogido en la Web de APNAV y en resumen dice:
«La demanda de terapias se encuentra en aumento. En gran parte, ello se debe a que el cuadro clínico que define el autismo es cada vez más amplio, por lo que más niños son diagnosticados. En la década de los setenta el trastorno se consideraba excepcional y los pediatras pedían paciencia a los padres si, por ejemplo, su bebé de ocho meses aún no establecía contacto ocular. (…) Entre las terapias no contrastadas (que se han puesto de moda ahora) se incluyen las farmacológicas. Algunos facultativos recetan medicamentos aprobados para otras enfermedades, como Lupro, un fármaco que bloquea la producción de testosterona en los hombres y la de estrógenos en las mujeres y que se emplea para el tratamiento del cáncer de próstata y en la castración química de delincuentes sexuales. Otros ejemplos son el antidiabético Actos, y la inmunoglobulina G intravenosa, utilizada en casos de leucemia y sida infantiles. Todos ellos presentan serios efectos secundarios y su seguridad o eficacia en casos de autismo jamás se ha investigado» (por tanto afirmar que son eficaces con este fin es falso).
En 2007 la Academia Estadounidense de Pediatría recomendó la detección precoz del autismo en todos los niños de 18 a 24 meses. Por entonces, la tasa se había disparado hasta uno de cada 110 niños al haberse incluído el síndrome de Asperger y los trastornos generalizados no especificados en el grupo de trastornos autísticos.
Dado que apenas se conocen las causas del trastorno no queda claro que un mayor número de diagnósticos se deba a un aumento en el número de casos. “En la inmensa mayoría de los pacientes ni siquiera existe un factor genético claro”, comenta David Amaral, director de investigación del Instituto MIND de la Universidad de California en Davis y presidente de la Sociedad Internacional para la Investigación del Autismo.
No existen biomarcadores para determinar qué niños corren riesgo ni para calibrar la respuesta a un tratamiento y, en su mayoría, la investigación se ha centrado en el desarrollo de terapias conductuales destinadas a mejorar la relación y la comunicación con los demás de estas personas (con resultados variables, aunque tales tratamientos sí parecen ayudar a algunos niños y niñas).
La falta de terapias establecidas ha facilitado sobremanera la tarea de los vendedores de tratamientos sin contrastar. “El resultado es una combinación de pseudociencia y fraude”, declara Stephen Barrett, psiquiatra retirado que mantiene el sitio quackwatch.com donde analiza tratamientos de eficacia dudosa. “Los padres sufren un gran estrés y sólo desean lo mejor para su hijo/a. Cuando observan una mejora, otorgan credibilidad a la causa equivocada. Pero tales progresos no se deben a los tratamientos”, afirma, sino a la propia maduración del niño.
Los vendedores de humo inundan la Red.
Algunos portales prometen a los padres “vencer el autismo de su hijo” si adquieren un libro que cuesta 299 dólares.
Otros muestran vídeos donde se ven los supuestos progresos de una niña con autismo tras haber recibido inyecciones de células madre. Como numerosos padres y madres se informan a través de Internet “y muchos de ellos confían en informes anecdóticos, en amigos u otros padres [caen en la red decestafadores con mucha facilidad].
En lo referente al autismo, la investigación aún no ha llegado al tratamiento” según Brian Reichow, del Centro de Estudio Infantil de Yale.
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Nancy Shute es la autora del artículo. Publicado en la revista «Investigación y ciencia» en diciembre de 2010, y reproducido por APNAV (Asociación Valenciana de Padres de personas con autismo). |
«Comprar esperanza tampoco resulta barato. Las sesiones en una cámara de oxígeno hiperbárico (dispositivos concebidos para elevar de manera temporal los niveles de oxígeno en sangre y empleados para combatir el síndrome de descompresión) ascienden a unos 100 dólares la hora y para el autismo se recomiendan entre una y dos sesiones diarias.
Las terapias de integración sensorial, que pasan por envolver a los niños en mantas o introducirlos en una “máquina de abrazos”, para que jueguen con arcilla perfumada, llegan a los 200 dólares la hora. Las consultas pueden alcanzar los 800 dólares y el coste aumenta en varios miles si se incluyen vitaminas, suplementos o pruebas de laboratorio. (…) La quelación, el principal tratamiento contra la intoxicación por plomo, constituye otra terapia trocada en “cura” para el autismo.
El agente quelante transforma el plomo, el mercurio y otros metales en compuestos inertes para que el organismo los expulse con la orina y, como hay quien cree que la exposición a estos metales (sobre todo al etilmercurio, utilizado a modo de conservante en vacunas) produce autismo, pues suponen que este «tratamiento» será eficaz. Sin embargo, no hay ningún estudio que lo demuestre. De hecho, los casos de autismo diagnosticados continúan aumentando a pesar de que en 2001 el etilmercurio desapareció de la mayoría de las vacunas.
La quelación, sobre todo en la administración intravenosa que se publicita contra el autismo, puede ocasionar insuficiencia renal. En 2005 un niño con autismo de cinco años falleció en Pensilvana tras recibir quelación intravenosa.»
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A través de APNAV: https://apnav.org/docs/alternativas.pdf