
Aspectos pragmáticos del lenguaje alterados en personas con Asperger.
Existen aspectos no lingüísticos del autismo que se han podido relacionar con dificultades para identificar marcadores conversacionales.
Se ha observado que los TEA tienen dificultades en pasar sucesivamente del rol de «el que habla» a «el que escucha», tienden por tanto a mantenerse indefinidamente el rol de hablador, tienen dificultad para utilizar el contacto visual como clave para identificar su turno, etc.
Los aspectos pragmáticos del lenguaje que pueden estar alterados en los TEA son:
– Turno de la palabra. Cuando se mantiene una conversación es preciso que mientras uno habla, el otro escuche, y viceversa. Sin esta reciprocidad, la comunicación queda muy limitada. Para que funcione correctamente la alternancia, el que está escuchando debe monitorizar el discurso de su interlocutor, con el fin de predecir cuándo va a terminar su turno y poder entonces efectuar su intervención. Por tanto, es preciso un conocimiento de la estructura sintáctica de las frases y una interpretación de las claves prosódicas, aspectos que permiten predecir el final de un turno. En niños con TEA, estas cualidades interpretativas pueden estar afectadas, y por tanto condicionar dificultades en mantener un turno de palabra correcto durante la conversación.
También es preciso, considerar en la reciprocidad del turno de palabra, aspectos independientes de la capacidad lingüística.
–Inicios de conversación. Es evidente que para introducir un tópico en la conversación se requieren habilidades lingüísticas. Es preciso saber qué se quiere decir y cómo se puede decir. Cuando falla este mecanismo el sujeto tiende a adoptar una actitud pasiva que le exime de esta dificultad.
La capacidad de iniciar una conversación, o cambiar de tema, también depende de habilidades cognitivo-sociales. El factor más decisivo en este sentido es saber identificar en qué momento la atención del interlocutor está en disposición de permitir una actitud receptiva. La detección atencional también se rige por ciertos códigos, pero además es preciso utilizar claves no verbales que indiquen al interlocutor un inicio de conversación.
Estos indicadores pueden ser: un contacto ocular, una entonación significativa o un marcador verbal. También es preciso que los inicios sean contextualmente adecuados pues de lo contrario la conversación queda absolutamente dispersa.
No es preciso insistir en el hecho de que todos estos aspectos pueden ser explicados como habilidades relacionadas con la teoría de la mente y que, por tanto, los niños con autismo tienen dificultades en los inicios y cambios de conversación.
Dentro de esta alteración pragmática se puede incluir la tendencia de los TEA a reiterar la misma pregunta independientemente de la respuesta.
– Lenguaje figurado. También en este caso están involucradas habilidades lingüísticas y habilidades sociales. A poco que se analice el lenguaje corriente se pone de manifiesto el uso habitual de formas lingüísticas figuradas: metáforas, dobles sentidos, significados implícitos y formas de cortesía. En el aspecto lingüístico es preciso una comprensión de los giros gramaticales y formas sintácticas que regulan el uso social del lenguaje. Al faltar un referente lógico claro y transparente el niño se encuentra con dificultades para entender un lenguaje que puede convertirse en críptico y, por tanto, desconectar de la coherencia conversacional requerida.
Evidentemente en el autismo este problema se acentúa mucho más por el hecho de requerir una interpretación más allá de las puras palabras, una interpretación no de lo que se dice, sino de lo que se quiere decir. De nuevo es preciso enfrentarse a la necesidad de comprender la mente del otro para participar en el intercambio, ya no solo de ideas, sino de sentimientos y afectos.
En los casos que falla esta habilidad parece como si uno hablara para sí mismo. Este mismo mecanismo conversacional implica que cuando el receptor no entiende algo solicitará una aclaración para recuperar un concepto recibido ambiguamente, erróneamente o simplemente no recibido a pesar de las palabras.
Pero el TEA o el niño con trastorno del lenguaje pueden interpretar que la conversación del adulto siempre es correcta y que el problema reside únicamente en su capacidad de comprensión, lo cual puede conducir a adoptar el hábito de no preguntar o pedir aclaraciones.