
La familia del alumno con Asperger.
» Unos ojos pequeños, tras minúsculas gafas sin montura, se dirigen con pasión a la librería junto a la mesa del psicólogo. Tras una rápida ojeada, comenta con desilusión: – “No tiene ningún libro sobre la historia de Egipto. Es usted mas flacucho de lo que yo imaginaba”-.
Es el final de un amplio, penoso y solitario recorrido de una familia sin conocimientos específicos sobre el desarrollo humano por todo tipo de servicios y profesionales de la salud.
Hijo único de matrimonio culto de clase media, Carlos nació sin problemas, sus hitos motores cumplieron con el calendario de desarrollo, e incluso fue algo precoz en sus habilidades para el lenguaje. Sus padres siguieron el programa de Niño Sano llevándolo con periodicidad al pediatra y sus correspondientes vacunaciones.
Cuando empezó a hablar, lo hacia de forma graciosa, con una pronunciación magnífica y un amplio vocabulario. Ordenado y tranquilo, era un niño fácil de conducir en un mundo de mayores. Solo cuando se le enfrentaba a situaciones de ocio, de juego con otros chicos, se producían situaciones conflictivas, actuaba de forma extraña, daba carreras de un sitio a otro y hablaba con incongruencia de temas que no venían al caso.
Los abuelos y tíos reían las gracias de Carlos y, con muchísima voluntad y poco acierto, hacían ver a los padres que deberían emplear mas mano dura, y que el niño necesitaba ir pronto a la guardería. Pasaba el tiempo y las rabietas de Carlos por cosas nimias se alternaban con habilidades impropias de su edad. El pediatra de niño sano no atendía las quejas de la madre y le sugería tener menos mimos.
El ingreso en la guardería fue caótico: se negaba a entrar, se mantenía alejado de otros niños,… pero a los dos días, como si todo fuese una pesadilla transitoria, volvió la calma. La profesora relataba que era un niño muy bueno, pero aislado y que estaba muy adelantado para su edad. La vida en casa se iba transformando paulatinamente sin apenas percibirlo los propios padres.
Como al chico le gustaban tanto los libros con láminas, su cuarto empezaba a transformarse en una biblioteca. Ir al parque seguía siendo muy conflictivo, pues Carlos no entendía los juegos ni los acercamientos de los demás niños, por lo que las salidas de la familia fueron disminuyendo.
Era un niño muy sincero y bueno: decía siempre la verdad… incluso cuando no era necesario o ni siquiera oportuno. No parecía entender los gestos de los padres rogándole que no se retirara de las personas de color o que no se acercara a tocar la piel de los ancianos.»
LA FAMILIA DEL ALUMNO CON SÍNDROME DE ASPERGER Pedro Lozano Torres, Equipo SIDI.