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Deficiencias en la coherencia central, funciones ejecutivas y teoría de la mente.

Rv. Los estudios cognitivos en trastornos del espectro autista, TEA, describen deficiencias en la coherencia central, las funciones ejecutivas y la teoría de la mente en las personas con síndrome de Asperger.

Algunas teorías carecen de pruebas ya que son unidimensionales y sólo brindan la perspectiva de las personas que las desarrollaron. Sin embargo, en un síndrome como el Asperger, del que no se conoce una causa concreta, ofrecen una perspectiva complementaria, y ayudan a comprenderlo.

Las teorías psicobiológicas más conocidas son, probablemente, las de Baron-Cohen, Leslie y Frith por un lado, y la de Hobson por otro. Hay más y don muy variadas las conclusiones que obtienen respecto al autismo y la teoría de la mente, la función ejecutiva y la coherencia central. Entre las más destacadas están las siguientes.

– La coherencia central es la capacidad de integrar la información para proporcionar una visión general y poner en contexto la realidad. Pero se sabe que las personas con autismo a menudo procesan la  detalles pero no el significado global. Este enfoque en el detalle se ha llamado la coherencia central débil.

– La mayoría de las personas con TEA presentan algún déficit en las funciones ejecutivas. Se incluyen habilidades como la inhibición, la memoria de trabajo y la planificación.

– La teoría de la mente (ToM), que es la capacidad de atribuir estados mentales a los demás, por ejemplo, imaginar los sentimientos de otras personas y predecir su comportamiento, es también un problema central en los trastornos del espectro autista (TEA).

Teoría meta-representacional.

La teoría meta-representacional (Baron-Cohen, Leslie y Frith) afirma rotundamente que a las personas con TEA les fallaría la teoría de la mente (ToM).  En sus antologías (Understanding Other Minds, 1993 y 2000) propuso un modelo de ToM que implica, por un lado, la capacidad de asimilar las acciones de los demás y, por otro lado, la capacidad de usar ese conocimiento para formarse conceptos mentales o ideas concretas.

Las personas con TEA parecen sufrir un déficit específico en la ToM. Sus problemas comunicativos, de origen pragmático (uso del lenguaje en el contexto social), serían la consecuencia.

De hecho Christopher Gillbert, investigador sueco cuyos criterios son unos de los que más se usan para orientar el diagnóstico de síndrome de Asperger, ha llamado al síndrome de Asperger “la enfermedad de la empatía” porque estas personas, dice, no saben leer la mente de los demás para averiguar qué piensan o cómo se sienten. (Christopher Gilbert: Guide Asperger Syndrome p. 73-76. ¿Es posible la empatía en las personas con síndrome de Asperger?)

Las teorías aparecidas más recientemente determinan que no se trataría de que con síndrome de Asperger no se es empático o no se tienen emociones, ni siquiera que no saben ver las emociones de los demás. Se trataría de que aún siendo empático y conociendo las emociones propias y ajenas lo que no se sabe es expresarlas en la forma esperable (del modo que los otros esperan que cualquier persona las exprese).

Teoría afectiva de Hobson.

Peter Hobson, por otro lado, ha replanteado la “teoría afectiva” inicialmente propuesta por Kanner, según la cual las personas con trastornos del espectro autista carecerían de la capacidad innata para interactuar con los demás.

Cuidado con esto. Se ha demostrado que las personas en el espectro autista tienen dificultades tanto con la teoría de la mente como con la expresión pragmática. Sin embargo, que no reconozcan sentimientos, no se pongan en el lugar del otro, no deduzcan correctamente sus futuras respuestas o reacciones o no tengan sentimientos son afirmaciones completamente falsas.

Hobson sugirió que la ausencia de una teoría de la mente en el autismo es el resultado de un déficit emocional primario. En los trastornos de tipo autista parecen existir dificultades con la respuesta a estímulos afectivos. Es decir, que su respuesta no siempre es acorde con lo esperado, pero esto no significa que no reaccionen al afecto, evidentemente. 

De hecho, de acuerdo con Hobson, los niños con autismo carecerían de los componentes de acción y reacción necesarios para el desarrollo de relaciones personales recíprocas, pero bajo nuestro punto de vista la idea de que las personas con trastornos del espectro autista no son empáticas es errónea. De hecho no solo sienten empatía hacia los demás sino que en algunos casos se podría hablar incluso de hiperempatía.

También Hobson decía que la carencia de participación de estos niños en la experiencia social conllevaría un fallo en el reconocimiento de sentimientos, pensamientos, deseos, intenciones, etc. en otras personas y una grave alteración en la capacidad de abstraer y en la de sentir y pensar simbólicamente. Así, los niños con TEA tendrían dificultades en apreciar, entender y asimilar las claves que regulan las relaciones interpersonales aunque en las personas con trastornos del espectro autista de alto funcionamiento y síndrome de Asperger no se observan muchas de estas limitaciones debido al buen nivel de competencias cognoscitivas y el dominio del lenguaje formal. (Hobson, R. P. 1991. “Againstthe theory of  Theory of Mmd. Britishiournal of
Developrnenral Psychology 9, 33-5 1.)

Hipótesis complementarias.

Las ideas de unos y otros no son excluyentes ya que suele considerarse que, aunque los déficits en las interacciones sociales y los comportamientos excéntricos son características que persisten durante toda la vida, suele haber una óptima adaptación a nivel socio-laboral y familiar en el Asperger y también en otros trastornos del espectro autista.

En el desarrollo de la teoría de la coherencia central se determinó que las personas con autismo presentaban un doble rasgo: las capacidades que el hecho de percibir de manera notable las partes sobre el todo les confería y los déficits en la interpretación de estímulos individuales en función del contexto y del significado global. Esta idea se vino a desarrollar con la Gestalt que postula que el individuo es un organismo total en su relación con su ambiente y que no puede dividirse o analizarse sin distorsionar la realidad humana (Fritz Perls, Paul Goodman y Ralph. F. Hefferline. «Terapia Gestalt. Excitación y crecimiento de la personalidad humana». Ed. Soc. de Cultura Valle-Inclán. Los Libros del CTP; Ferrol, 2002).

Por otro lado, contradiciéndose (o complementándose) unos a otros, Ozonoff plantea que las funciones ejecutivas de planificación y control son deficitarias tanto en el autismo altamente funcional como en el síndrome de Asperger (ahora conocidos como TEA de nivel 1) aunque ambos grupos superen las tareas de la teoría de la mente. (1994, Executive function abilities in autism and Tourette Syndrome).

Y es verdad que las personas con síndrome de Asperger tienen serios problemas con esta función, incluyendo aspectos de la memoria de trabajo, atención y control de sus impulsos, o que la capacidad de planificar, la motivación, etc. las tienen, a menudo, poco desarrolladas.

Ozonoff definió las funciones ejecutivas como el constructo cognitivo usado para describir conductas dirigidas hacia una meta, orientadas hacia el futuro, que se consideran mediadas por los lóbulos frontales e incluyen la planificación, inhibición de respuestas prepotentes, flexibilidad, búsqueda organizada y memoria de trabajo. Todas las conductas de función ejecutiva comparten la necesidad de desligarse del entorno inmediato o contexto externo para guiar la acción a través de modelos mentales o representaciones internas.

En las personas con síndrome de Asperger la dificultad parece encontrarse no tanto en la función ejecutiva como en la habilidad para generalizar pasos o estrategias concretas a otras situaciones nuevas.

La capacidad de planificar a fin de alcanzar una meta, mantener una estrategia con ese fin, desarrollar las acciones necesarias para alcanzarlo, y posponer la necesidad de satisfacción inmediata son todos componentes importantes de la función ejecutiva-constructiva (Gilberg, 2002).

En conclusión: Las funciones ejecutivas son las actividades que comprometen un proceso cognitivo de alto nivel e implican la capacidad para operar en el ambiente con las conductas dirigidas a metas y objetivos, incluyendo una planificación y realización de actos complejos ante cada situación. Son «la capacidad de mantener un adecuado conjunto de resoluciones a un problema, de cara a conseguir una meta futura; incluye conductas tales como planificación, control del impulso, inhibición de respuestas prepotentes pero irrelevantes, mantenimiento del conjunto, búsqueda organizada y flexibilidad de pensamiento y acción.» según Ozonoff, Pennington y Rogers (1991).

La teoría de la mente (ToM) es la capacidad de entender el mundo desde la perspectiva de otro. Esta habilidad, según la Doctora Magdalena Valverde, psiquatra infanto juvenil y máster en TEA, es fundamental en nuestras interacciones sociales y nos permite entender que los deseos, sentimientos, e intenciones de los demás pueden ser diferentes de los nuestros.

La ToM es, en definitiva, la capacidad cognitiva que nos permite diferenciar nuestros propios estados mentales de los de los demás (creencias, opiniones, deseos y pensamientos) y la coherencia central es la capacidad de integrar la información para proporcionar una visión general y poner en contexto la realidad.

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Fuentes:

– Nydéna, Hagberga, Gousséb y Rastama, 2010, «A cognitive endophenotype of autism in families with multiple incidence«.

– Ozonoff, Pennington y Rogers, 1991. Déficits de la función ejecutiva en individuos autistas de alto funcionamiento: relación con la teoría de la mente.

– Ozonoff, S., Strayer, D.L., McMahon, W.M. y Filloux, F. 1994. Executive function abilities in autism and Tourette Syndrome: an information procesing approach. Journal of child Psychology and Psychiatry,35(6),1015-1032.

– La empatía no es cuestión de intuición, en el Journal of Personality and Social Psychology publicado por Quo en: https://quo.es/ser-humano/descubren-que-la-empatia-no-es-cuestion-de-intuicion

– Baron-Cohen, S. Autismo y síndrome de Asperger. 2010, Alianza editorial.

Sobre cómo atender las necesidades que supone en niños con autismo el fallo en la Teoría de la Mente puede consultarse: Cornago, Navarro y Collado. Manual de la teoría de la mente para niños con autismo. 2012, Editorial Promolibro.

Sobre la relación de la teoría de la mente con la pragmática puede consultarse “El conocimiento pragmático: el lenguaje en la mente” de M. Victoria Escandell Vidal, en Introducción a la pragmática, 1996, ed. Ariel lingüística.

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