
Catalogar el Asperger o TEA como enfermedad es un error.
Se comete habitualmente el error de catalogar este síndrome y otros trastornos del espectro autista como enfermedades olvidando que una enfermedad tiene tratamiento curativo o paliativo, se sabe su origen y procedencia e incluso la forma como se trasmite si es el caso. Esas circunstancias no se dan con el síndrome de Asperger.
A veces las personas con Asperger toman algún tipo de medicación para otros trastornos que tienen asociados al principal (trastornos comórbidos), por ejemplo para la hiperactividad o para la depresión, pero no existe tratamiento farmacológico ninguno para el síndrome en sí mismo. Tampoco, lógicamente, se trata de un trastorno transmisible: no se contagia. Debe tenerse claro este punto especialmente en el entorno escolar del niño/a con Asperger que, a menudo, no solo sufre el rechazo o el acoso de sus compañeros sino también la incomprensión y desprecio de los padres y hermanos de sus colegas de colegio.
Los especialistas en TEA también inciden en este aspecto pero a pesar de las innumerables acciones informativas, desarrolladas generalmente por las familias, es habitual ver en medios de comunicación identificar los trastornos del espectro como enfermedad y, por extensión, a las personas que los tienen se las trata de enfermas.
La enfermedad es un proceso y el estatus consecuente de afección de un ser vivo, caracterizado por una alteración de su estado de salud, que debe cumplir con al menos dos de los siguientes criterios:
– Que tenga un agente etiológico (causa) reconocible.
– Que tenga un grupo identificable de signos y síntomas.
– Que presente alteraciones anatómicas consistentes.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) “salud” es el estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones y/o enfermedades. También puede definirse como el nivel de eficacia funcional y/o metabólica de un organismo tanto a nivel micro (celular) como en el macro (social). En 1992 se agregó a la definición de la OMS: “y en armonía con el medio ambiente”, ampliando así el concepto.
La enfermedad, pues, es un proceso y el estatus consecuente de afección de un ser vivo caracterizado por la falta de salud, debe tener un origen conocido, un tratamiento médico, pautas comunes, un pronóstico y un diagnóstico fiable, aunque en el caso de las “enfermedades raras” estas características no se van a cumplir en su totalidad. Por tanto se puede afirmar con rotundidad que ninguno de los trastornos del espectro autista, ni siquiera el síndrome de Asperger, son una enfermedad.
Un síndrome, por otro lado, es un conjunto de síntomas o signos conocidos que pueden aparecer juntos aunque tengan un origen o etiología de origen desconocido. A su vez, estos síntomas pueden determinar un trastorno específico.
No obstante en psicología y psiquiatría se puede referir también a un cuadro relacionado con una reacción psíquica ante una situación vital. Por ejemplo, el síndrome de Estocolmo; donde no hay ninguna enfermedad, sino un cuadro originado por una situación social donde existe un nivel de tensión emocional que genera un modelo de autoprotección, una identificación de la persona que soporta esta situación frente a quienes la crean. Otro ejemplo puede ser el síndrome de alienación parental, que se usa para referirse a un desorden psicopatológico en el cual un niño, de forma permanente, denigra e insulta sin justificación alguna a uno de sus progenitores. En el caso del síndrome de Down, se conoce el origen del mismo, pero no las causas.
Un trastorno puede considerarse como la descripción de una serie de síntomas, acciones o comportamientos. Suele estar asociado a desordenes relacionados con patologías mentales aunque también se asocia a alteraciones de los procesos cognitivos y afectivos del desarrollo, considerando que existe una diferencia significativa respecto al grupo social mayoritario donde se incluye la persona, no existiendo una etiología conocida. En la mayoría de los casos el desarrollo es anormal desde la primera infancia y sólo en contadas excepciones las anomalías se manifiestan por primera vez después de los cinco años de edad. En el caso de los TEA hablamos de “trastornos” en tanto refieren un síndrome que se manifiesta patológicamente. No son enfermedades puesto que no existe un origen conocido concreto, aunque se sabe que hay cierto componente genético y que se trata de un trastorno psicobiológico, no existe tratamiento farmacológico, no hay dos casos iguales, el pronóstico es variable y el diagnóstico es válido como instrumento pero no como solución.
Estamos ante un problema de desarrollo que se sale del concepto de normalidad pero que no implica enfermedad.
Las personas con trastornos del espectro del autismo pueden tener una salud inmejorable pero seguirán presentando conductas específicas e identificables con el trastorno en sí.