
La conducta desafiante.
Los trastornos de la conducta en la infancia y en la adolescencia son una de las situaciones más preocupantes para padres, profesores y profesionales de la salud mental infanto-juvenil. Se sabe que existe un peor pronóstico para los trastornos de inicio temprano que para los de aparición más tardía y, según el CIE-10, se puede clasificar el trastorno de conducta según factores contextuales y de socialización, estableciendo 3 subtipos:
– Trastorno disocial en niños/as no socializados: las conductas propias del trastorno de conducta se ven acompañadas por una falta de integración efectiva, fruto de la carencia de habilidades para el establecimiento de relaciones adecuadas con los compañeros/as, de manera que el menor se sentirá frecuentemente aislado, rechazado, será impopular y no disfrutará de relaciones afectivas recíprocas y sinceras.
– Trastorno disocial en niños/as socializados: el individuo presenta un grado de integración adecuado al menos con algunos compañeros de la misma edad. El matiz en este subtipo recae sobre la idea de que el niño/a posee las habilidades necesarias para establecer interacciones valiosas.
Cuando se utiliza el término «conducta desafiante» (término traducido del aceptado en inglés challenging behavior) se quiere decir con ello que la conducta de una persona supone un reto, un desafío para el servicio que intenta cubrir las necesidades de esa persona. Desde este marco conceptual el término se refiere a la conducta culturalmente anormal de tal intensidad, frecuencia o duración que es probable que la seguridad física de la persona o de los demás corra serio peligro, o que limite el uso de las oportunidades normales que ofrece la comunidad, o incluso que se le niegue el acceso a esas oportunidades.
Podría definirse la conducta como una acción específica dentro de este sistema complejo que genera permanentes procesos de regulación y ajuste de cara a reequilibrar el sistema. De este modo, la conducta no es la manifestación de una persona en un contexto vacío sino la respuesta compleja de una persona en un sistema complejo. Esto explica por qué la gente no responde necesariamente de igual manera en iguales situaciones.
Entendemos las conductas desafiantes en los TEA como conductas reguladoras de efectos no deseables. Es decir, una conducta conlleva una intención, manifiesta o no, de reajuste, de regulación, de búsqueda de control, pero algunas conductas realizadas para ese propósito generan consecuencias en el entorno o en la propia persona no deseables y/o inadecuadas para el propio desarrollo personal, para la consecución de un futuro personal mejor, así como para el establecimiento y/o mantenimiento de una red de apoyo social y emocional.
La mayoría de las conductas desafiantes son consecuencia de una carencia de habilidades para un control apropiado del entorno físico y social, así que enseñar a las personas con Asperger habilidades comunicativas y sociales y darles permanente información por adelantado (feed-forward) hará disminuir los desafíos.
El mejor modo de afrontar las conductas que podrían ser peligrosas (ya sea porque limitan su participación social o porque causan daño físico) es mejorar sus habilidades adaptativas de comunicación, cuidado personal, vida en el hogar, habilidades sociales, uso de la comunidad, autodirección, salud y seguridad, habilidades escolares funcionales, ocio y trabajo, así como fomentar dimensiones relevantes de su calidad de vida (bienestar emocional, relaciones interpersonales, bienestar material, desarrollo personal, bienestar físico, autodeterminación, inclusión social y derechos).