
El tratamiento del lenguaje y la comunicación.
Desde 1970 existe numerosa documentación que valida la importancia de enseñar habilidades comunicativas y lingüísticas a las personas con autismo y/o TGD (trastornos generalizados del desarrollo). Actualmente es reconocido que la intervención del lenguaje y la comunicación ocupa un lugar central en el programa.
Del mismo modo, es asumido que esta intervención debe centrarse en objetivos comunicativos y lingüísticos de forma prioritaria. La intervención en otras áreas del desarrollo, habilidades sociales y capacidades mentalistas, competencias de ficción e imaginación, habilidades de imitación, entre otras, no presupone una mejora per se en el desarrollo comunicativo y lingüístico.
Esto no quiere decir que no se haya que programar también objetivos referidos a estas áreas, sino que se precisa una intervención focalizada y sistemática centrada en objetivos comunicativos y lingüísticos para tratar los trastornos de comunicación de esta población. Diciéndolo con palabras coloquiales «a hablar y a comunicar se aprende hablando y comunicando» o, dicho de otra forma, debemos dar prioridad a objetivos comunicativos y lingüísticos en la intervención del lenguaje.
Los primeros trabajos seriamente documentados, se centraban en desarrollar habilidades formales del lenguaje (habilidades fonológicas y morfosintácticas) y/o habilidades semánticas (conocimiento léxico y su organización).
Estos contenidos se han venido trabajando tradicionalmente desde dos distintos paradigmas o modelos de instrucción claramente diferenciados en sus orígenes, el modelo conductual (1) y el modelo de aproximación lingüística o psicolingüística (2) Sin embargo, desde 1980 el foco central de la intervención se ha desplazado hacia los aspectos funcionales o pragmáticos del lenguaje.
Se ha aceptado que los aspectos formales del lenguaje no pueden ser potenciados sin referirlos al uso social del lenguaje en el contexto natural. Así mismo se ha reconocido que el trastorno del lenguaje de los niños autistas y/o con TGD se caracteriza fundamentalmente por una alteración en el uso social del lenguaje. El perfil lingüístico y las anomalías del lenguaje de los niños autistas es muy heterogéneo y variado, pero todos ellos presentan serias dificultades de comunicación que van más allá del lenguaje hablado y que afecta básicamente al uso de las funciones comunicativas, a las habilidades básicas de relación intencionada y atención conjunta y a las habilidades conversacionales.
De este modo, los trabajos actuales sobre intervención del lenguaje en autismo y otros TGD (ahora TEA) centran su foco de interés en generar un lenguaje funcional y espontaneo que les permita participar en situaciones de la vida diaria. El modelo de intervención ha sido o está siendo llamado de muchas formas – Modelo de aproximación pragmática o Intervención pragmática, Tratamiento de base comunicativa, Enfoque natural de intervención o Terapia naturalista, etc.- pero trata en definitiva de enfatizar el uso comunicativo del lenguaje en el contexto natural como base de la intervención.
El objetivo es conseguir una comunicación eficiente que optimice la adaptación social. Más recientemente ha aparecido un movimiento al que se ha llamado «pragmática abstracta» que trata la pragmática como un conjunto de destrezas diferentes y conocimientos abstractos que el chico necesita poseer para exhibirlos en contextos. Este conjunto de conocimientos están separados de las situaciones actuales en las cuales ocurren (Felson, 1997). Se trata de enseñar estas destrezas y de organizar los distintos contextos de la vida diaria del chico para facilitarle el uso/comprensión de las mismas.
La gran repercusión de la aproximación funcional a la intervención y al estudio del lenguaje no se ha circunscrito tan solo a los defensores o «aplicadores» de estos modelos, sino que ha generado también que desde otras metodologías o modelos de intervención se asuman parte de las condiciones del paradigma del lenguaje natural.
Nosotros pensamos, como hemos señalado en otras jornadas o seminarios sobre este tema, que los distintos enfoques o modelos -básicamente conductual, lingüístico y natural- no son totalmente excluyentes y apoyamos el uso de un modelo integrado y flexible de intervención del lenguaje que contemple el predominio de los principios funcionales e interactivos. Además, como señala Monfort (1997), la aplicación de los distintos modelos debe ser flexible, según el momento evolutivo del niño, el nivel de competencias sociales, cognitivas y comunicativas adquiridas, o dependiente de los objetivos de la intervención seleccionados.
El objetivo central de la intervención es conseguir u optimizar el uso comunicativo del lenguaje en el contexto natural, dando atención prioritaria a las habilidades comunicativas o pragmáticas pero sin olvidar que el lenguaje es un sistema global y que a medida que un niño desarrolla sus destrezas de comunicación la distinción entre contenido, forma y uso se hace más borrosa.
El énfasis en enseñar un lenguaje funcional no es incompatible, ni mucho menos, con la necesidad de fundamentar el programa de intervención en el modelo de desarrollo normal. Nos referimos fundamentalmente a la importancia de diseñar los objetivos, los contenidos y las actividades de enseñanza de acuerdo a la edad evolutiva del sujeto y basándonos en los datos evolutivos y psicolingüísticos de la secuencia de desarrollo normal.
Los modelos de aproximación pragmática han tenido también su influencia en el reconocimiento actual de la importancia de los Sistemas Aumentativos y Alternativos de comunicación en la intervención del lenguaje y la comunicación en las personas con autismo y otros TGD. Se recurre a múltiples códigos, y no sólo al lenguaje oral, para desarrollar las posibilidades comunicativas de las personas con autismo y/o TGD.
Vamos a tratar de describir brevemente los principios fundamentales del modelo pragmático y/o de los modelos funcionales, que a nuestro juicio deben estar presentes en los programas de intervención del lenguaje y la comunicación de las personas con autismo y/o TGD, refiriéndolos a tres aspectos clave de los programas: contenido – contexto y estrategias de aprendizaje/enseñanza.
– Intencionalidad o uso funcional de actos comunicativos.
– Habilidades conversacionales.
– Discurso narrativo.
Se trata de identificar los actos comunicativos que la persona utiliza y de determinar sus intentos fallidos para expresar sus intenciones o modos no convencionales de expresión. De este modo los contenidos del programa de intervención van a ir dirigidos a mejorar la expresión de las intenciones comunicativas del comunicador, facilitando primero que use las habilidades comunicativas que ya posee y enseñándole modos más convencionales o adaptados de expresar sus intenciones, y a diversificar o ampliar las categorías de funciones pragmáticas que la persona utiliza. La selección de objetivos se basa pues en un cuidadoso análisis de las intenciones comunicativas del comunicador, teniendo en cuenta que:
El aprendizaje de las habilidades comunicativas y lingüísticas ocurre en un contexto de actividades de ocurrencia natural y de actividades naturalmente planificadas que promueven la motivación del niño para el uso del lenguaje. Se enfatiza la importancia de emplear contextos de interacción natural y la necesidad de que el contexto se amolde a las necesidades del estudiante. Los distintos contextos de intervención del lenguaje -contextos naturales de las rutinas de la vida diaria del niño y contextos clínicos estructurados o semiestructurados con actividades naturalmente planificadas- deben organizarse de modo que se les dote de soportes para facilitar la participación del chico.
Estas estrategias educativas pueden ser utilizadas en diferentes formatos interactivos o contextos de intercambio comunicativo. Se trataría de organizar los distintos contextos de la vida diaria para conseguir que el niño tenga que usar el lenguaje y, a partir de ahí para que deba usar más y mejor lenguaje. Las estrategias más comúnmente usadas se basan en la identificación/creación de situaciones en las que el niño necesita la ayuda del adulto para conseguir algún objetivo, en la interrupción de una actividad en la que el niño esta inmerso y en la programación o fomento de actividades conjuntas. También se usan técnicas de interpretación de papeles y la escenificación de situaciones de la vida diaria usando claves o guías visuales en forma de dibujos o pictogramas que representan las escenas a interpretar.
Algunas de las estrategias relacionadas con los formatos interactivos se definen como:
(1) Loovas y Newsom, 1976; Loovas, 1977; Goetz, Schuler y Sailor, 1979,1981
(2) En castellano ver Crystal, 1983.