
Sobre la palabra «autista» en el nuevo diccionario.
José Manuel Blecua Perdices, cuando era director de la Real Academia de la Lengua Española, afirmó que el diccionario no debe ser políticamente correcto sino lingüísticamente correcto y que la lengua es uno de los sistemas de creación más productivos de la metáfora, así que, una palabra que es normal y corriente de pronto gana unos significados que son coloquiales. Sin embargo en este caso el daño, la herida, el error de la Academia, ha convertido en correcta lingüísticamente hablando la utilización de una acepción coloquial, figurada y falsa, sin advertir siquiera que se trata de un sentido figurado (con la fórmula “fig.”). Posteriormente Darío Villanueva Prieto, teórico y crítico literario español que fue elegido director de la Real Academia Española el 11 de diciembre de 2014, sobre las reclamaciones realizadas para cambiar algunas definiciones o para que supriman voces en el diccionario aseguró que no tiene ningún sentido un diccionario censurado, en el que no aparezcan las palabras que son despreciables y aborrecibles, y que la Academia no inventa las palabras, pero tampoco las promociona, no pide a los hispanohablantes que las usen y lo que hace es recoger las palabras que están realmente en la lengua.
Si esto es así la pregunta que surge es por qué no se ha incluido en la última revisión del diccionario neologismos o barbarismos que se usan a menudo o, incluso, yerros como la palabra “cocreta” que se usa coloquialmente pese a sus incorrecciones ortográfico-gramaticales, o por qué se han incluido palabras aparentemente inventadas para recoger un concepto social real al que no se quiere denominar con el término se está empleando en la comunidad hispanoparlante (como es el caso de la inclusión del término “amigovio”). Villanueva asegura que la academia ha perfeccionado la definición médica de la palabra “autista” y que la crítica recibida por parte de las organizaciones relacionadas con el autismo por la definición como “persona encerrada en su mundo, conscientemente alejada de la realidad” no está justificada dado que esa acepción se utiliza constantemente en prensa, radio y televisión y, por lo tanto, tiene que estar en el diccionario.
Obvia, pues, las campañas informativas desarrolladas incansablemente por familias, asociaciones y personas con algún TEA, para evitar ese uso figurado y peyorativo del término, que puede sustituirse por otros como reservado, introvertido, taciturno, arisco, insociable, hosco, solitario, adusto, huraño, austero, desabrido, ceñudo, retraído, esquivo… Evitando con ello un uso estigmatizante y discriminatorio del lenguaje, no contribuyendo a la exclusión social del colectivo TEA y no desinformando. De hecho, La Oficina Permanente Especializada del Consejo Nacional de la Discapacidad ha recomendado a la Secretaría de Estado de Telecomunicaciones para la Sociedad de la Información la realización de cursos de sensibilización a periodistas y profesionales de medios de comunicación para un correcto uso del lenguaje en la discapacidad, poniendo como ejemplo de malas prácticas el uso del término «autista» como sinónimo de falta de sentimientos y emociones.
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