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Síndrome del emperador: niños tiranos que maltratan a sus padres.

Rabietas, ataques de llanto, insultos, exigencias, maltratos… Con sus berrinches y demandas logran desafiar los límites e imponerse ante las figuras de autoridad, incluso llegando a la agresión física. Se trata de niños y niñas que sufren un desorden de comportamiento conocido también como el síndrome del pequeño tirano, y que manifiestan serias dificultades para sentir culpa y mostrar empatía. Los especialistas aún no han logrado desentrañar si se trata de una condición favorecida por factores ambientales, educativos o genéticos.

Lo cierto es que en los países desarrollados las denuncias de maltrato por parte de niños y adolescentes han mostrado un notable incremento, especialmente a partir de violencia física ejercida hacia las madres. Esta grave problemática se debate entre la crisis de la estructura familiar heredada y la ausencia de nuevos y saludables paradigmas.(…) Cabe destacar que estos niños no manifiestan los berrinches propios de su etapa evolutiva en la búsqueda de límites, tampoco son chicos hiperactivos ni padecen trastornos de atención, ni encajan dentro del denominado trastorno negativista desafiante (TND), sino que su falta de empatía y su mirada centrada exclusivamente en sus necesidades inmediatas (piensa que todo el mundo gira en torno a sí mismo) lo llevan a estallar en ataques de histeria o aun a través de la agresión física, si su entorno no logra satisfacer sus reclamos.
(…)

Algunos especialistas han logrado destacar determinados factores que podrían favorecer el predominio de dichas conductas:
– Abandono por parte de los padres de las funciones familiares (los niños reciben más educación en otros entornos sociales que en su propia familia).
– Sobreprotección y sobre-exigencia simultáneas.
– Ausencia de autoridad y falta de tiempo de los padres.
– Permisividad, padres que desde los primeros años claudican continuamente ante sus peticiones y caprichos.
– Falta de elementos afectivos.
– Falta de educación emocional.
– Ambiente familiar donde predominan el consumismo, la gratificación inmediata y el hedonismo.
– Abandono de desafíos, padres que para no ver al niño «con ansiedad», ante la primera señal de malestar lo retiran de la situación que lo generó, impidiendo que desarrollen habilidades de confrontación y tolerancia.
– Hogares monoparentales.
– Diferencias significativas en el estilo educativo que practican los padres.
– Alianzas de uno de los padres con el niño tirano y en contra del otro.
– Crianza llevada a cabo por abuelos, niñeras o servicio doméstico, menos propensos a generar una disciplina.


– Consideración del niño como especial, ya sea por haber sido muy deseado (en algunos casos después de tener dificultades para concebirlo o luego de la muerte de un primogénito), hijo único, hijo adoptado, concebido por padres muy mayores, considerado como niño prodigio, con discapacidad física o psíquica, etc.

Sin embargo, para muchos profesionales especialistas, estos aspectos familiares no alcanzarían para justificar esta condición.

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