
Menores con alteración semántico-pragmática y social.
Rv. Los aspectos pragmáticos del lenguaje dependen de las habilidades lingüísticas pero también de las habilidades cognitivas y sociales.
Junto a las dificultades pragmáticas pueden darse alteraciones en la semántica que supongan un gran desafío para las competencias comunicativas igual que ocurre con los problemas fonéticos, fonológicos o sintácticos.
Una alteración en el lenguaje y la comunicación deriva también en problemas sociales. De aquí que el trastorno semántico pragmático sea especialmente interesante en la persona con autismo.
Muchos menores con alteración semántico-pragmática, a los cuales de ningún modo se les habría considerado con autismo en una valoración superficial, sometidos a un análisis minucioso evidencian problemas de relación social que los podían aproximar al Asperger. (Bishop y Rosenbloom, 1987).
Dificultades de una alteración semántico-pragmática:
En el trastorno semántico-pragmático aparece un lenguaje poco comunicativo pese a que hay fluidez expresiva y tanto morfología, sintaxis y fonología adecuadas.
Las dificultades se encuentran en la comprensión del discurso y en las respuestas no ajustadas que se derivan de ello.
La ecolalia.
Otro rasgo de aparición frecuente en las personas que presentan trastorno semántico-pragmático son las ecolalia y repeticiones, es decir, la aparición de imitación y repetición de frases y sonidos de forma involuntaria.
La ecolalia es un trastorno que no tiene cura pero sí se puede trabajar para que se reduzca el número de repeticiones y la intensidad de las mismas, así como para lograr una mejor comunicación con los afectados, ya sean niños o adultos.
Fuentes:
– Revista de estudios e investigación en psicología y educación, eISSN: 2386-7418, 2015, Vol. Extr., No. 9. DOI: 10.17979/reipe.2015.0.09.132. Caracterización y delimitación del trastorno de la comunicación social (pragmático).
– Shields J, Varley R, Broks P, Simpson A. Social cognition in developmental language disorders and highlevel autism. Dev Med Child Neurol 1996; 38: 48795.