
Mitigar conductas disruptivas con apoyo conductual positivo.
Si bien el apoyo conductual positivo es aplicable a diferentes tipos de conducta su núcleo genuino y principal de intervención es el de las conductas disruptivas o problemáticas.
A menudo, las personas con trastorno negativista desafiante, síndrome de Asperger, trastornos del espectro autista, trastorno social, alumnado en situación de pobreza o proveniente de familias desestructuradas, etc. presentan distintas formas de conductas desafiantes.
La conducta disrruptiva constituye uno de los aspectos de la práctica profesional que más preocupan al personal de apoyo de diferentes servicios sanitarios y educativos.
Se considera que son conductas problemáticas aquellas que, siguiendo la definición de Emerson, “por su intensidad, duración o frecuencia afectan negativamente al desarrollo personal del individuo, así como a sus oportunidades de participación en la comunidad” y se adopta como clasificación de referencia la contenida en la escala ICAP (esta clasificación se recoge en la guía de esta misma serie dedicada a la evaluación funcional de la conducta).
Esas conductas problemáticas incluyen no sólo conductas disruptivas, agresivas u ofensivas, que quizá sean las más habitualmente referidas, por ser también las más visibles y las más molestas, sino también otras conductas, más discretas, de retraimiento o falta de atención (algunos ejemplos serían actitudes de aislamiento, marcada inactividad, tristeza, falta total de entusiasmo, sueño excesivo, importantes dificultades de concentración).
Las conductas problemáticas pueden darse tanto en personas con discapacidad intelectual como en personas con discapacidad física o con discapacidad sensorial (sobre todo cuando va acompañada de afectación cognitiva), aunque esto último constituya un ámbito menos conocido, en el que convergen algunos factores claramente diferenciados de los que habitualmente están presentes en el ámbito de la discapacidad intelectual.
Algunos factores desencadenantes de conductas disruptivas:
• La ruptura brusca en el estilo de vida que sufren las personas con daño cerebral adquirido, con todas las consecuencias que ello conlleva en términos de necesidad de reaprendizaje, impacto emocional, cambio de roles, necesidad de asumir la pérdida del estilo de vida anterior, o la dificultad para mantener relaciones sociales anteriores.
• En el caso de las enfermedades degenerativas, a lo anterior se suma la asunción de niveles de dependencia cada vez mayores.
• Puede ser que las conductas problemáticas tienen una causa orgánica: un ejemplo claro es la apatía orgánica, de muy difícil abordaje.
• En muchos casos, se observan conductas problemáticas por inadecuación: puerilidad, falta de juicio social, rigidez del patrón de respuestas.
La rabieta y el llanto son conductas frecuentemente empleadas por los niños y las niñas para actuar sobre su entorno, tanto para conseguir un objetivo material como para finalizar una actividad que no sea de su agrado.
Existen berrinches y existen crisis, como las de un niño con autismo, y es muy importante diferenciar una cosa de la otra porque las provocan diferentes causantes y se deben atender de diferente forma.
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– Apoyo Conductual Positivo, una guía de la Diputación Foral de Álava. Centro de Documentación y Estudios SIIS Dokumentazio eta Ikerketa Zentroa Fundación Eguía-Careaga Fundazioa Edición Diputación Foral de Álava: https://consaludmental.org/publicaciones/Apoyoconductualpositivo.pdf
– Goñi, M.J.; Martínez, N.; Zardoya, A. (2007). Apoyo Conductual Positivo. Algunas herramientas para afrontar las conductas difíciles. Cuadernos de Buenas Prácticas – Nº 10. Madrid: FEAPS.