
El alumno no fracasa. Fracasa el educador.
De cómo estructures el aula, desarrolles la enseñanza, organices el ambiente, los contenidos, el espacio, los apoyos…, de cómo ilustres la información nueva, cómo ejemplifiques lo que cuentas a tus alumnos y cuán capaz seas de motivarles dependerá que fracasen o no en el sistema educativo y, lo que es aún más importante, que vayan felices al centro escolar o se sientan de camino a la cámara de gas.
El alumno no fracasa. Fracasa el educador.
De hecho, como dice Raúl R. López Reyes, «el manicomio no es un espacio, es un criterio. El aula también, porque un aula no es un espacio neutro ya construido, es lo que construyamos con nuestro criterio. Según cómo organicemos nuestro aula y cómo la hagamos vivir, provocaremos el destino seguro de éxito o fracaso de un determinado tipo del alumnado. Según el espacio, los tiempos y las actividades que yo monte en mi aula estoy decidiendo (eligiendo) no sólo quién va a aprobar y quién va a suspender, sino también, de quién voy a hablar con preocupación a su familia y al o la orientadora del centro y quién cabe en mi aula o quién, inevitablemente, necesita ser segregado… (¿es él, ella, o soy yo quién lo necesita?) No por él o ella sino por las situaciones de aprendizaje que le proponga. No es él o ella, es mi criterio.»
En un aula ordinaria encontraremos alumnos que no se adaptan al espacio, que detestan los contenidos, que no alcanzan los objetivos de aprendizaje, que no socializan como se espera de ellos, etc. Esos mismos alumnos en otro espacio, en otro entorno (como puede ser la granja escuela) y con otros objetivos de aprendizaje pueden adaptarse a la percepción a lo que se espera de ellos y, sin embargo, quienes en el aula ordinaria están muy bien adaptados en un entorno diferente podrían estar abocados al fracaso.
Las razones por las que el alumno no está adaptado pueden ser muy diversas, desde que sufra un problema de aprendizaje como la dislexia hasta que tenga un trastorno neurológico como los de tipo autístico, déficit de atención e hiperactividad etc. De hecho hay alumnos sin dificultades de aprendizaje ni neurológicos que no van a estar adaptados en el aula por la discriminación, segregación o acoso que sufren por parte de sus compañeros y que sin tener a priori ninguna dificultad para seguir el ritmo curricular pueden presentar graves alteraciones en el aprendizaje o la sociabilidad debido a las circunstancias que soportan a diario.
Raúl R. López, cuenta que «antes de trabajar en educación trabajé en una Granja Escuela. Allí el profesorado se sorprendía muy agradablemente de la gran motivación, participación y cambio de actitud de determinado tipo de alumnado, precisamente de aquellos que no soportaban el aula ordinaria. En la Granja eran los primeros en apuntarse a buscar leña, a encender el horno, a meter las manos en la masa de pan, a ordeñar las vacas, a montar en los caballos, participar en los teatrillos de por las noches y cantar… Había otros niños y otras niñas que nos preocupaban, se sentían inseguros para ir a recoger leña, les daba asco la masa, repelús ordeñar, miedo el fuego, terror montar a caballo y vergüenza ser el centro de atención en el escenario, o fusionándose en las canciones…»
En los trastornos del espectro autista (TEA) las alteraciones sociales incluyen un número de capacidades de comunicación no verbal, como la mirada a los ojos y los gestos que regulan la interacción social y la afectividad recíproca, caracterizada por el intercambio recíproco y orientado de señales emocionales entre el niño y su cuidador.
Ahora también se reconoce que hay distintos problemas de lenguaje en el autismo y que existe un solapamiento genético entre el TEA y los trastornos del lenguaje. Así, podemos encontrar un grupo de niños que entra en el espectro de fallo de la comunicación social porque que presenta un déficit semántico pragmático del lenguaje.
Los aspectos pragmáticos del lenguaje se sustentan en las habilidades lingüísticas, pero también dependen de las habilidades cognitivosociales del individuo. En el autismo se conjuga la alteración lingüística con la alteración en la relación social, sustentada en una dificultad para interpretar el pensamiento del interlocutor.
Los niños y niñas «con recursos comunicativos relativamente buenos, pero con falta de habilidades sociales se aproximarían al Asperger; los niños con relativamente buena relación social, pero con mayor trastorno del lenguaje estarían ubicados en el trastorno semántico-pragmático y, por último, los niños con alteración en los dos sentidos, social y lingüístico, constituirían el grupo del autismo de Kanner» según Bishop. Si el educador o la educadora consiguen una buena comunicación y entendimiento con el alumno mejorará su capacidad de aprendizaje y si, además, el aula se adapta a sus dificultades sensoriales (porque la mayoría de niños con TEA tienen algún tipo de hipersensibilidad sensitiva) empleando una iluminación que no les resulte desagradable, una distribución del espacio en la que se sientan cómodos, etc. ese alumno concreto se sentirá en un ambiente óptimo en el que le resultará menos difícil concentrarse en el aprendizaje de contenidos ya que no habrá agentes externos «molestándole» o impidiendo su concentración.
A menudo el profesorado no hace caso a lo que recomienda y confirma la neuroeducación, de hecho ni siquiera se les ofrece ni tienen acceso a dicha información. La neurodidáctica es una disciplina que une la pedagogía y la neurología para saber cómo aprendemos mejor. No es una metodología sino un conjunto de conocimientos que está aportando la investigación científica en el campo de la neurociencia y su relación con los procesos de aprendizaje. “Antes solo se podía observar el comportamiento de los alumnos pero ahora gracias a las máquinas de neuroimagen podemos ver la actividad cerebral mientras realizan tareas”, explica José Ramón Gamo, neuropsicólogo infantil y director del Máster en Neurodidáctica de la Universidad Rey Juan Carlos.
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José Ramón Gamo en las VI Jornadas educativas de Rota. |
La neurociencia tiene ya evidencias sólidas de que el cerebro cambia a todo lo largo de la vida humana y que, de hecho, aprender y memorizar es en su esencia un instrumento con el que cada uno modela constantemente su cerebro: recambio y sinapsis nuevas, otras neuronas, receptores de neurotransmisores que aumentan o se pierden y una larga lista de procesos neurobiológicos.
Una de las primeras conclusiones obtenidas sobre la neuroeducación es que retenemos mejor la información cuando nos emociona. El cerebro necesita emocionarse para aprender. «Los niños hoy aprenden, desde muy pronto, conceptos abstractos en habitaciones con ventanales sin mucha luz o luz artificial, con el rigor y la seriedad de maestros que se alejan de aquel juego primitivo que generaba el aprendizaje y la memorización desde lo sensorial y con alegría.(…) Sólo se puede aprender aquello que se ama, aquello que te dice algo nuevo, que significa algo, que sobresale del entorno. Sin emoción no hay curiosidad, no hay atención, no hay aprendizaje, no hay memoria”.» Francisco Mora, doctor en neurociencia. Entender esto desde la perspectiva de cómo funciona el cerebro y sacar ventaja de ello es un principio básico de la enseñanza con el que se puede llegar a aprender y memorizar mejor y, estos principios que recomienda la neuroeducación, se pueden extender en su aplicación no solo a la enseñanza básica o durante la adolescencia sino a los estudios universitarios o a la investigación científica porque la neurociencia cognitiva ya nos indica que solo puede ser verdaderamente aprendido aquello que te dice algo. aquello que llama la atención y genera emoción, aquello que es diferente y sobresale de la monotonía. “El cerebro necesita emocionarse para aprender”, explica José Ramón Gamo.
Delante de un niño hay que evocar es la curiosidad, aquello que está ahí y que sin embargo es diferente a lo que vemos, es diferente de lo monótono y al ser diferente despierta mi interés. ¿Qué hace que para algunos educadores sea tan fácil abrir la mente de los niños y a otros les cueste tanto aunque tengan mucha experiencia? La emoción, que es el ingrediente fundamental para poder enseñar y es el ingrediente fundamental para que el niño aprenda. Es entonces cuando aprendo y memorizo. Lo que pretende la neuroeducación es que la palabra del maestro sorprenda, que excite, que provoque el estímulo de las áreas de nuestro cerebro necesarias para el aprendizaje, que estimule los circuitos neuronales que codifican la curiosidad. Cuando aprendamos eso cambiaremos en profundidad lo que significa aprender, memorizar y enseñar.
En España tenemos derecho a la educación gratuita para todas y todos, pero no tenemos una educación actualizada ni de máxima calidad. «Es aquella locura que supondría seguir operando los ojos con bisturí en vez de con láser, porque fue como me enseñaron a mí» dice Raúl R. López Reyes. Si en sanidad evolucionamos y empleamos nuevos métodos que es bien sabido que son eficaces y mejores que los usados previamente es inexplicable que no se haga lo mismo en educación, esfera en la que, usando las palabras de López, seguimos operando los ojos con bisturí.
Así las cosas, el concepto de educación inclusiva pasa a ser simbólico, marketing de modernidad, pero sin el peso y la rotundidad precisas por lo que se sigue haciendo casi exáctamente lo mismo que se venía haciendo. Son treinta, o tal vez más años, enseñando y aprendiendo igual, con los mismo métodos, con la clase magistral, con el discurso todopoderoso del profesor. No hemos avanzado nada ni en calidad de la enseñanza ni, aunque se nos quiera vender lo contrario, en inclusión. La argumentación es la de que es mejor no andar cambiando las cosas, no vaya a ser que la sociedad cambie, que ya sabemos que la sociedad está muy mal como está. (…) No necesitas cambiar nada en lo social sino tener éxito en lo personal, como si las probabilidades de ese éxito no tuvieran relación con el entorno social del que se parte.
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– Jesús Guillén: Escuela con cerebro: https://escuelaconcerebro.wordpress.com/
– Francisco Mora, doctor en Neurociencia por la Universidad de Oxford y catedrático de Fisiología de la Universidad Complutense. Neuroeducación, en editorial Alianza, 2017.
– Orientación educativa sistémica: https://www.facebook.com/Orientaci%C3%B3n-educativa-sist%C3%A9mica-219588361577519/
– «Dejamos de enviarles a cementerios», por Raúl R. López Reyes en: https://www.facebook.com/219588361577519/photos/a.219593141577041.1073741827.219588361577519/262866470583041/?type=3&theater
– «D-Espacio: el espacio del lápiz y papel», por Raúl R. López Reyes en: https://www.facebook.com/219588361577519/photos/a.234168073452881.1073741828.219588361577519/665711950298489/?type=3&theater
– Educación inclusiva: https://mundoasperger.com/2017/07/integracion-e-inclusion.html
– Ana Torres en El País, 18 julio 2016. «Emocionarse para aprender»: https://elpais.com/economia/2016/07/17/actualidad/1468776267_359871.html?id_externo_rsoc=FB_CM
– Dislexia: https://mundoasperger.com/2016/04/dislexia.html
– TDAH en la población pediátrica: https://mundoasperger.com/2017/08/el-trastorno-por-deficit-de-atencion.html
– Diagonal: Giorgio Antonucci: «La locura no tiene ningún significado filosófico.» 27 mayo 2015: https://www.diagonalperiodico.net/saberes/27266-antonucci-la-locura-no-tiene-ningun-significado-filsofico.html
– Perspectivas anómalas: El manicomio no es un espacio, es un concepto: https://www.facebook.com/perspectivasanomalas/posts/1621981081394882